El libro de Jonás: Cuando el propósito de Dios no está en tus planesMuestra

Ayer lo dejamos con Jonás arrojado al mar, presumiblemente a su muerte. El viento y las olas se calman y los marineros que quedan en el barco adoran al Señor.

El versículo final del primer capítulo de Jonás traslada la escena al agua, donde Jonás aparentemente no está muerto (hay desacuerdo sobre la ubicación de este versículo, ya que la Biblia hebrea lo sitúa como el primer versículo del capítulo dos). Imagina estar en el lugar de Jonás ahora. Has entrado en el agua con un chapoteo y, de repente, estás inmerso en las olas que estallan sobre ti. Al poco tiempo, te encuentras luchando por mantenerte a flote y jadeando mientras te hundes en lo que empieza a parecer una tranquila y silenciosa tumba de agua a tu alrededor... hasta el versículo 17.

Este versículo nos deja con algunas preguntas, ¿verdad? ¿Qué clase de pez es el que se traga a Jonás? ¿Cómo es humanamente posible que un hombre sobreviva dentro de un pez durante tres días? Pero aquí es donde el autor de Jonás no responde a nuestras preguntas. La cuestión parece ser que se trató de un acto divino más allá de la réplica o explicación humana. Al parecer, Dios no está tan interesado como nosotros en el drama que se desarrolla en el vientre del pez. A Dios le interesa el drama que se desarrolla en el corazón de Jonás.

En el segundo capítulo, Jonás, en su angustia, recurre a la oración. ¿Qué podemos deducir de la oración de Jonás y de la respuesta de Dios, que ordenó al pez que lo escupiera a tierra firme?

• Dios es misericordioso con los pecadores más indignos.
  En ningún momento de su oración Jonás confiesa su pecado ni expresa su deseo de arrepentirse. Ni una sola vez. Recapitula las cosas malas que Dios le ha hecho; señala las cosas buenas que ha hecho; pero no asume ninguna responsabilidad. Sin embargo, Dios sigue persiguiéndolo. Dios no le deja morir. Dios escucha su clamor. Esta historia trata de Dios y de su misericordia. Jonás no lo merece, pero Dios se lo da. A riesgo de señalar lo obvio, necesitamos la misma misericordia. Somos pecadores sin merecimiento, cada uno de nosotros. Todos nos hemos rebelado contra Dios. Y todos somos propensos a culpar a Dios de las consecuencias a las que nos enfrentamos, como si nuestro pecado no tuviera nada que ver con ello. La buena noticia de Jonás es que Dios es misericordioso con los más indignos.
• Dios es capaz de dar vida a los muertos.
  En este punto, la historia de Jonás nos remite directamente a Jesús. Jonás experimentó el juicio por su pecado; Jesús experimentó el juicio por el nuestro. Jonás estaba vivo después de tres días en el pez; Jesús estaba vivo después de tres días en una tumba. Dios puede tomar lo que debería ser un lugar de muerte y convertirlo en un lugar de liberación y vida.
• · Dios es soberano sobre toda salvación. Vimos en el viento y las olas del capítulo uno que la soberanía de Dios es absoluta. Él tiene la máxima autoridad sobre todas las cosas, incluida la naturaleza. Lo vemos de nuevo en el capítulo dos, cuando Dios habla a un pez y lo dirige. ¿Y por qué lo hace? Para traer la salvación.Puede que la oración de Jonás estuviera equivocada en su mayor parte, pero sus últimas palabras captan una verdad importante: la salvación pertenece a Dios. Solo Él es quien da. Le pertenece y ha decidido dársela a personas de todas las naciones, de todas las tribus, de todos los pueblos y de todas las lenguas... incluido usted. Tal vez hayas renunciado a Dios, pero él no ha renunciado a ti. Él te ama y quiere salvarte de tu pecado. Quiere atraerte a una relación con Él para que disfrutes de Él por toda la eternidad. Él tiene el poder de hacerlo (aunque puede que no lo haga tan dramáticamente como ordenar a un pez como hizo con Jonás) porque Dios es soberano sobre toda salvación.