El libro de Jonás: Cuando el propósito de Dios no está en tus planesMuestra

Antes de adentrarnos en el primer capítulo de la historia de Jonás, visitemos brevemente el único otro lugar donde se le menciona en el Antiguo Testamento: 2 Reyes 14:25. Este único versículo nos ofrece un contexto importante.

Años antes de que ocurrieran los hechos narrados en el libro de Jonás, Dios le había anunciado que Israel retomaría las ciudades del norte, expandiendo su frontera hacia tierras controladas por su infame y cruel vecino, Asiria. Jonás entregó esta profecía al rey de Israel y, cuando se cumplió, se convirtió en algo así como un héroe nacional.

Así que este es el profeta y la tensión geopolítica en el centro de la historia que comienza abruptamente en Jonás 1:1, en su versión en hebreo: “Ahora...”. La palabra hebrea introduce aquí una historia, casi como si dijéramos: “Había una vez...”. Así que inmediatamente entramos en acción. Es como si el autor de Jonás dijera, aparentemente de la nada: “Jonás recibió una palabra de Dios que no esperaba, y le sorprendió”.

La palabra (la orden de Dios a Jonás) era que se levantara y fuera a la ciudad extranjera de Nínive, el corazón de Asiria.

Los acontecimientos que siguen en el primer capítulo detallan la drástica respuesta de Jonás: huye, sube a un barco, soporta una tormenta y, al final del capítulo, es arrojado por la borda (a petición propia) por sus compañeros.

¿Qué debemos deducir de la narrativa de negación y desobediencia del primer capítulo?

• La soberanía de Dios es absoluta. Su ira es real. Y su misericordia es implacable.
  La tormenta en el centro de la historia revela este trío de verdades. El viento no se produce porque sí; Dios lo lanza. Las olas no ocurren porque sí; Dios las provoca, demostrando tanto su soberanía como su ira contra el pueblo pecador. Pero incluso esto es una demostración de su misericordia, ya que utiliza la tormenta para atraer hacia sí no solo a Jonás, sino también a los marineros paganos.
• Huimos de la Palabra de Dios en nuestras vidas y de proclamar la Palabra de Dios en las vidas de los demás.Veámonos a nosotros mismos en Jonás y preguntémonos: ¿por qué toda la creación responde a las órdenes de Dios (el viento, las olas, la lluvia), pero nosotros, como Jonás, tenemos la osadía de mirar a Dios a la cara y decirle: “No”? Él ha encargado a cada seguidor de Jesús que sea testigo de Jesús ante los demás. ¿Alguna vez huyes de esa comisión? Si es así, ¿cuál es la diferencia entre tú y Jonás?
• Nuestro pecado nos lleva inevitablemente por un camino descendente hacia la muerte.
  Fíjate en lo que le ocurre a Jonás como consecuencia de su pecado: ¡ni siquiera quiere vivir! Así de desorientador, engañoso y peligroso es el pecado. Mientras tú y yo huyamos de la Palabra de Dios en nuestras vidas y huyamos de proclamar la Palabra de Dios en las vidas de otros, nosotros también viviremos desorientados, engañados, y finalmente vidas oscuras.