El mal uso de las ofrendasMuestra
“… ¿Qué es más importante? ¿El oro, o el templo que santifica al oro?... ¿Qué es más importante? ¿La ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?” (Mateo 23:17-19 RVC).
Para los escribas y fariseos el santuario; es decir, la morada del Eterno, valía menos que el oro y el dinero de la gente. Ambiciosos por las ofrendas despreciaban al Señor del templo. Al igual que Lucifer, admiraban más el brillo de las piedras doradas incrustadas en el edificio que el rostro resplandeciente del mismísimo Dios, Ezequiel 28. Y para nosotros, ¿qué es más importante, el adorno del templo o quien vive en el templo? Mucho cuidado porque lo que consideremos de mayor importancia se volverá nuestro mayor objetivo. ¡Si el oro es más importante que la relación con Dios, nuestra alma se quedará sin cielo! Cuando se opta por el oro se desprecia el Santuario. Y muchos, como Nadab y Abihú o los hijos de Elí, pagaron caro su despreocupación por las cosas sagradas. La ofrenda es santificada en el altar y el oro en el templo porque “el menor es bendecido por el mayor”, Hebreos 7:7 (LBLA). La gran sabiduría consiste en sacrificar el oro y la ofrenda en el altar para protegernos de la corrupción que éstos generan por amarlos.
Ahora bien, cualquier cosa que presentemos al Altísimo, aunque sea de gran valor económico, no es nada si no es aprobado y santificado por Él. ¡En el altar del Todopoderoso solo son aprobadas las ofrendas que simbolizan la entrega completa de nuestra vida! Pero si subimos al altar, aunque la suma ofrecida sea grande, quedándonos con alguna cosa en nuestro interior, el altar no acepta la ofrenda. Respetemos el altar porque es ahí donde se aprueba o desaprueba la ofrenda que colocamos. El creyente es templo del Espíritu Santo (1ª Corintios 6:19); nuestro cuerpo es el lugar donde el Santo de los Santos habita. Y el altar simboliza el lugar de su trono, nuestro corazón. Si Dios está en control de nuestra vida el dinero que ofrendamos será santificado; es decir, apartado para propósitos santos y recibido por nuestro Señor. De lo contrario, la ‘ofrenda’ solo será dinero que podría ser útil para la iglesia pero no será una bendición para el que la da. “A los que… se deleiten en sus pecados… no les aceptaré sus ofrendas…”, Isaías 66:3 (NTV). “El Señor aborrece las ofrendas de los malvados…”, Proverbios 15:8 (BAD). Refiriéndose al rebelde pueblo de Israel Dios dijo: “… Ellos no son santos ni puros ante mí, de modo que todo lo que ellos… traen… al templo es impuro… todo lo que me ofrecen está contaminado y no me agrada”, Hageo 2:14 (PDT, TLA). La ofrenda es apreciada por Dios cuando quien la ofrece lo hace con fe y un limpio corazón, Tito 1:15. En ese caso, el altar recibe la ofrenda y bendice al que la da. Pero si el altar no recibe la ofrenda, tampoco bendice al que la presenta.
Acerca de este Plan
¿Entregas al Señor ofrenda o dinero? El dinero deja de ser simplemente un metal y se vuelve ofrenda cuando el que la entrega está bien con Dios.
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar