La Sangre de JesúsMuestra

Se puede decir mucho sobre el simbolismo y los rituales de sangre en el Antiguo Testamento, pero vamos a concentrarnos en los sacrificios de los corderos y machos cabríos. El primer sacrificio lo encontramos en el Jardín del Edén; un breve tiempo después de la Caída. Moisés nos relata que Dios «hizo ropa de pieles para el hombre y su mujer, y los vistió» (Gn. 3:21). La pregunta clave que se debe de hacer es: ¿De dónde vino la piel de las vestiduras?

Si decimos que la piel que se utilizó en las vestiduras provino de la nada y que Dios milagrosamente la creó, entonces surge una nueva pregunta: ¿Por qué Abel fue motivado a ofrecer una ofrenda de sangre de oveja para Dios? (Gn. 4:4). Así que, la pregunta sigue en pie: ¿De dónde vino la piel de las vestiduras? La piel utilizada provino de un animal sacrificado por la mano de Dios. Es la única explicación sólida y bíblicamente acertada por 2 razones:

1. FUE UNA LECCIÓN PARA TODAS LAS GENERACIONES: Adán y Eva contemplaron el derramamiento de sangre en Edén. Es altamente probable que vieron a un animal morir en manos de Dios; fue la primera vez que vieron la muerte física y, peor aun, fue la primera vez que vieron a Dios airado. Ellos sabían que la vestidura de piel que llevaban en la espalda provino de un inocente animal (posiblemente un cordero). Por esta razón, Abel estaba consciente de que el mejor sacrificio que podía ofrecer era un sacrificio de sangre; un animal sin defecto físico y sin culpa: El de un cordero.
2. REPRESENTABA AL HIJO: Nada es coincidencia en los planes soberanos y redentores de Dios. El sacrificio del cordero en Edén por mano de Dios fue una pequeña ventana que mostraba lo que vendría en un futuro: el perfecto sacrificio del Hijo. El acto de ser vestidos con pieles simbolizaba la salvación por medio de una obra divina (ser vestidos) y no por medio de una obra manual (hacer vestidos). El profeta Isaías declara que ha sido envuelto en ropajes de justicia (Is. 61:10); es probable que haya pensado en Edén cuando pronunció aquellas palabras. Igualmente, vemos un caso similar con el endemoniado gadareno y el Hijo: Cuando se encuentran por primera vez, se nos revela que, el hombre endemoniado, no usaba ropa alguna (Lc. 8:27), pero cuando el Hijo obró el milagro de salvación en su vida, los hombres de la ciudad llegaron y vieron al hombre sanado y vestido (v.35). Esa es la misión del Hijo: Vestir al desnudo, abrazar al necesitado, consolar al angustiado y salvar al insalvable.