Caminando en El EspírituMuestra
El mismo Jesús testificó: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre. Todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente" (Juan 5:19).
¡Guau, esto me parece increíblemente fascinante y a la vez muy desafiante! ¿No crees? Caminar en el Espíritu implica una sumisión tan profunda al Espíritu Santo que es como si le prestáramos nuestro cuerpo para que exprese lo que Dios quiera a través de nosotros. Recuerdo cuando mis hijos eran más pequeños; les encantaba abrazarse a mi cintura, subir sus pies encima de los míos y dejarme llevarlos a caminar por todo el corredor de la casa. Yo era quien caminaba, quien hacía el esfuerzo, mientras ellos simplemente se aferraban a mi cintura y disfrutaban del paseo.
De alguna forma, creo que caminar en el Espíritu es similar a los paseos que disfrutaban mis hijos cuando yo los llevaba sobre mis pies. El Espíritu Santo espera que nos aferremos a Él y le permitamos dirigir nuestros pasos. Cuando uno ve la vida terrenal de Jesús entre nosotros, descubrimos que Él caminó en total y absoluta sumisión a Su Abba Padre.
Esto indica que, este tipo de relación, sumision y entrega, forma parte de la comunión trinitaria, y al abrir ellos el círculo para que nosotros hagamos parte de la familia celestial, también debemos aprender a relacionarnos con ellos de esta forma: en comunión y dependencia con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¿Cómo podemos pensar que no tenemos que depender de nuestro Padre Celestial para todas las cosas, cuando Cristo mismo es nuestro modelo para esta forma de vida?
“No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre que me envió” (Juan 5:30). “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió… yo vivo por el Padre” (Juan 6:38, 57).
Como amantes y seguidores de Jesús, no podemos quedarnos con la simple idea de solo creer en Jesús para la salvación, pero no para caminar y vivir nuestra fe en esta tierra, mientras Él nos llama a su presencia.
Si somos honestos, admitiremos que el cielo es a menudo el último lugar al que acudimos cuando necesitamos dirección. Casi siempre, corremos hacia los consejeros, o pasamos horas en el teléfono con nuestras amistades, buscando consejo, les decimos: ¿Qué piensas? ¿Es una buena idea que yo vaya en esa dirección? ¿Crees que lo deba hacer? Tristemente, vemos al Espíritu Santo como última opción, si es que vamos a Él alguna vez.
¿Qué tal tú? ¿Crees que puedes hacer un esfuerzo en los siguientes días o frente a las siguientes situaciones que enfrentes en tu vida, y antes de acudir a algún familiar o amigo, puedas quieta y reposadamente, buscar al Espíritu Santo y presentarle tus inquietudes? Pero sobre todo, poder esperar confiadamente a que Él te responda o te guíe.
Escrituras
Acerca de este Plan
Las Escrituras aseguran que el Espíritu Santo habita, reside, mora en todos aquellos que confiesan a Cristo como Señor y Salvador. En otras palabras, el Espíritu reclama nuestros cuerpos como su lugar de domicilio. Cuando Él llega a nuestra vida, desea acomodarse cómoda y plácidamente en nuestro corazón, y desde allí, hacer florecer la vida de Cristo en ti y en mí.
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