Multiplícate tú mismo.

En tercer lugar, lo que puedes hacer es multiplicarte a tí mismo. Necesitamos celebrar el poder de 2º Timoteo 2:2: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”.

Existe una razón por la que Jesús ministró a muchos, pero se concentró en pocos. Apreciaba y demostraba el principio de la multiplicación y cómo se relaciona con el discipulado. A largo plazo, más vidas y culturas serán cambiadas si entrenamos a pocas personas, antes de que una sola persona enseñe a muchos, pero no los entrené para enseñar a otros.

La multiplicación no requiere un grado avanzado de tecnología, psicología o ninguna otra “logía”. Sucede cuando una persona pasa tiempo concentrada, meditando con otra persona. Sucede entre padres e hijos, abuelos y nietos, maestros y estudiantes, hombre a hombre y mujer a mujer. Sucede a nivel profesional y a nivel de amigos. Se llama mentoreo, entrenamiento, discipulado.

Considera este un llamado para ti. MULTIPLÍCATE. Involúcrate en las vidas de las personas que te rodean, entrénalas en la Palabra de Dios, invierte en sus vidas y en el futuro. Ora por ellos, ora con ellos.

Busca toda oportunidad para relacionarte de alguna manera en la sociedad, pero sé consciente de esto: Cuanto más puedas unir tu participación ayudando a personas a pensar y vivir bíblicamente, mejor. Prepara estrategias para ver de qué manera puedes ser parte para conducir personas a la fe en Cristo cada día de tu vida, de una manera u otra.