Una pausa en tu vida AntologíaMuestra

Instrumentos en Sus manos

De alguna manera somos el rostro, las manos y la boca de Dios. Él mira a través de nosotros y anda nuestros caminos con nuestros pies. Lo que intento decir es que al crear la raza humana Dios concibió la increíble idea de hacernos “parecidos a Él”. Lo hizo para tener con quien conversar y verse reflejado, pero principalmente para interactuar en Su magna obra de instalar Su Reino en este planeta tierra. De ahí que leamos en Su Palabra, por ejemplo, que somos colaboradores al servicio de Dios, (1° Corintios 3:9). Él nos usa, nos busca, nos capacita. Me atrevo a decir que hasta nos necesita. Es difícil pensar que Dios necesite algo, pareciera que atenta contra Su omnipotencia. Pero para ver completo Su Plan eterno quiere que participemos con Él. Nos desea (Lucas 22:15) nos busca (Juan 4:23) y nos necesita cerca (Juan 14:3). Pero la verdad fundamental es que al ser usados por Sus manos expertas Él nos ayuda a nosotros. Cuando colaboramos con Dios colaboramos con nuestro desarrollo. Somos los principales beneficiados. Debemos interpretar cada experiencia vivida como una clase más en pro de nuestro desarrollo, que es dictada por el Maestro paciente, amoroso, comprensivo y didáctico. Es difícil entender que Él quiera usarnos, que se digne siquiera capacitarnos, ubicarnos en su mega empresa eterna: La iglesia, y que nos siga dando oportunidades. Cuando nos exponemos ante el espejo de Su Palabra y nuestras miserias e imperfecciones salen a relucir, no tenemos más que exclamar: ¡Señor, me da miedo pensar que sigues empecinado en continuar con esta loca idea de usarme! Él no busca obreros capacitados, sino discapacitados que se dejen usar por Él. No busca fuertes sino débiles, porque solamente el débil es aquel que acude en humildad y busca ser fortalecido. En toda casa grande hay instrumentos de oro y de plata. Honrosos, caros, delicados. Pero también hay de los otros, los de madera, de arcilla o de hierro y también son necesarios, y hasta más usados. Así que la próxima vez que te digan: “¡inútil!”, respóndeles: “pero siempre útil en Sus manos”.

¡Señor, me da miedo pensar que sigues empecinado en continuar con esta loca idea de usarme!