Una pausa en tu vida AntologíaMuestra

Juicio equivocado

Juzgamos con mayor fuerza los defectos en los otros, que los nuestros. Esto es un mal muy común en los seres humanos. Somos displicentes con las fallas propias y severos al momento de juzgarlas en los demás. Es como si dijéramos: “Sí, es de censurar, está muy mal, no debería haberlo hecho; pero no me mires ni critiques cuando yo lo hago”. Alguien dijo que cuando señalamos al otro con el dedo índice, hay tres dedos que me están señalando a mí. En palabras más sabias, Jesús dijo: “Y tú ¿por qué te fijas tanto en la paja del ojo de tu hermano y no te fijas en la tremenda viga que tienes en el tuyo propio?".

Algo así, fue lo que le sucedió a cierto pintor con una severa miopía. Acostumbrado a las galerías de arte, entró, aquella tarde, a una exposición de cuadros. Olvidó sus lentes en su vehículo, pero eso no fue problema para él, pues su experta visión crítica no necesitaba de gafas al momento de evaluar una obra de arte. Se detuvo frente a una de ellas —que le llamó poderosamente la atención—. Era el retrato de un hombre de cuerpo entero. Inmediatamente percibió lo desgarbado de aquella silueta, lo demacrado del semblante y la postura triste del personaje, por lo que exclamó: “¡Qué pintor fue el que escogió semejante modelo para su cuadro! En verdad, este artista tiene muy mal gusto”. Antes de que pudiera continuar con su crítica destructiva, su mujer se acercó por detrás y le susurró al oído: “Calla, mi amor, estás parado frente a un espejo”.

Tal ridiculez revela la actitud de todo aquel que denuncia las faltas en los demás e ignora las propias. Tal persona no es digna de con- fianza y su juicio siempre será tomado con recelo. Porque el que critica a los otros y se alaba a sí mismo es igual al que se mofa de la imagen del espejo que tiene al frente.

No critiques, si no quieres ser criticado.