Proyecto Evanggelio - Ríos de CalmaMuestra

Devocional: La escucha empática y el corazón de Jesús

Juan 11:42 TCB

“Pero yo sé que Tú siempre me escuchas; por causa de la mucha gente que está cerca de mí, lo exclamé en voz alta, para que se convenzan de que Tú me enviaste”.

El versículo de Juan 11:42, arroja luz sobre la profunda relación entre Jesús y su Padre mientras se encuentra en el contexto del milagro de la resurrección de Lázaro. En este pasaje, Jesús dirige una oración al Padre Celestial antes de realizar el asombroso acto de devolver la vida a Lázaro, un momento clave en la narrativa del Evangelio.

Jesús comienza expresando su conocimiento de que siempre es escuchado por Dios. Este reconocimiento no solo subraya su conexión divina, sino también la íntima relación entre el Hijo y el Padre. Aquí se revela la trascendencia de Jesús como la encarnación de Dios en la tierra, cuya voz es siempre escuchada en el reino celestial.

Sin embargo, el Salvador también es consciente de la multitud que lo rodea. Su declaración en voz alta no es simplemente una manifestación de su conocimiento divino, sino un gesto deliberado para que aquellos presentes puedan ser testigos de la interacción entre Jesús y el Padre. A través de este acto, Jesús busca inspirar fe en aquellos que observan, transmitiendo la certeza de que Él es el enviado divino.

El corazón de esta declaración radica en su propósito; Jesús quiere que la multitud crea que Dios lo ha enviado. Aquí, la palabra «enviado» abarca una dimensión teológica profunda. Jesús no sólo es un maestro o un profeta, sino el Mesías prometido, el Hijo de Dios encarnado, enviado al mundo para cumplir la redención y el plan divino.

Este versículo también refuerza la dualidad de Jesús como completamente divino y completamente humano. Mientras que Jesús afirma su relación inquebrantable con Dios, también evidencia su pleno conocimiento del mundo terrenal y su capacidad de comunicarse con la humanidad de una manera que puedan comprender.

En este pasaje encuentro un secreto valioso; el arte de escuchar de verdad. No se trata solamente de «abrir los oídos», sino de ponernos en los zapatos del otro y comprender sus emociones. Un cristiano excepcional es un gran comunicador, y eso significa saber escuchar de corazón.

En el mundo empresarial, se ha descubierto que cuando a los empleados se les escucha, mejora el clima laboral. En el mundo de la vida es lo mismo, cuando alguien se siente escuchado, se siente amado. Juan 11:42 nos muestra cómo Jesús entendió que escuchar tiene un poder especial en una comunidad. Cuando escuchamos más a las personas, les mostramos que son importantes, algo que Jesús siempre hizo, especialmente con los desfavorecidos.

Nuestro reto radica en forjar relaciones más humanas y sólidas, y para lograrlo, debemos afianzar la habilidad de practicar la empatía. Si aspiramos a parecernos más a Jesús, es esencial dominar el arte de la escucha profunda y abrazar el amor auténtico.

¿Estamos realmente escuchando a nuestra familia y a las otras personas? ¿Dedicamos tiempo a escuchar a nuestros amigos?

Estas simples acciones tienen el potencial de cambiar el rumbo de nuestra vida. En un mundo lleno de ruido, nuestra tarea es aprender a escuchar, tejiendo vínculos de amor y comprensión en cada interacción.

El acto de escuchar nos conecta directamente con el corazón de Dios; construir relaciones significativas. A medida que pulimos esta habilidad, nos transformamos en auténticos maestros de la empatía humana, elevando nuestras relaciones a niveles extraordinarios. Por lo tanto, permitamos que el Espíritu Santo nos llene, guiándonos en el arte de escuchar, para así transformar nuestras comunidades en auténticos refugios de vínculos de amor.

Alejandro Castillo - Ecuador