Paz con Dios

Nuestra principal relación es nuestra relación con Dios. De está relación depende toda nuestra vida, en esta tierra y en la eternidad.

Una correcta relación con Dios no puede adquirirse con esfuerzos humanos. No son nuestras buenas obras, nuestros pensamientos limpios o la excelencia con la que hagamos las cosas las que nos pueden reconciliar con Dios. Tampoco nuestra entrega a las prácticas religiosas o las prohibiciones que nacen de nuestro corazón legalista.

No puedes relacionarte directamente con Dios por tu estatus económico o tu grado de educación. No existe nada en el mundo creado por nosotros mismos que pueda regalarnos la paz con Dios.

Nuestro pecado es tan grande y aborrecible delante de Él, que lo único que puede saciar su santidad y justicia es lo que Él nos ha ofrecido: a Su Hijo Unigénito.

Al confiar en este don precioso e inmerecido podemos descansar plenamente en que cada uno de nuestros pecados ha sido perdonado. Cuando rendimos nuestra vida en obediencia a Cristo y creemos que su muerte es nuestra muerte y su vida perfecta es nuestra somos justificados por Su Gracia, somos tratados como justos y no como pecadores, somos adoptados como hijos de Dios y disfrutamos de cada una de sus promesas.

Entonces, solo entonces, comprendemos que nuestras aflicciones no son un pago por nuestro pecado, sino un instrumento que Dios está usando para guiarnos a Él y llevarnos a conocer y disfrutar de su paz, una paz que sobrepasa todo entendimiento.

• Lee detenidamente Romanos 5:1, y escribe las tres razones que nos hacen estar agradecidos con Dios.
• Comparte con tres personas esta verdad: no es el esfuerzo humano, sino nuestra fe en la obra de Cristo lo que nos reconcilia con Dios.
• Ora por tres personas que necesitan reconciliarse con Dios.