Nos Morimos, ¿Y?Muestra

¿Hay algo después de la vida?

Vamos por lo “clásico”. Esta es la “madre del cordero” de todas las preguntas: ¿Existe algo después de la vida? Morimos, ¿y qué pasa después? Para los que somos creyentes, la respuesta es obvia: El Reino de Dios o el Fuego Eterno. Sin embargo, para los incrédulos no es tan sencillo. De hecho, para los no creyentes no hay respuesta fiable alguna. La reencarnación, el purgatorio, el nirvana, otra dimensión, abducción, el más allá, son sólo algunas de los miles de respuestas posibles que el incrédulo tiene. Esta incredulidad mantiene a la mente y al corazón en una constante búsqueda de respuestas, en una constante tormenta. Búsqueda que, muchas veces guiada por los deseos de la carne, lleva por caminos equivocados y engañosos; tales como el alcohol, la droga, las inmoralidades sexuales, etc. Comportamientos que se transforman en cadenas que te atan y no te dejan avanzar; por el contrario, te llevan, con toda seguridad, a un precipicio. Dios Padre y Jesús fueron bien claros en lo que respecta a la angustia que produce este incesante buscar; y lo comparan con un mar agitado.

“Pero los que aún me rechazan son como el mar agitado, que nunca está tranquilo, sino que continuamente revuelve el lodo y la tierra” (Isaías 57:20 NTV).

Uno de los grandes frutos de creer en Jesús, es la paz que se produce en la mente y en el corazón. Paz que se consigue en Cristo y se traduce en seguridad en el porvenir y en una vida eterna en el Reino de Dios. Jesús mismo lo dijo:

“Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo” (Juan 14:27 NTV).

Si confías cien por ciento en el Señor, esa paz que sólo Él da y que no encontrarás en este mundo, inundará tu corazón y esa tormenta se calmará para siempre y habrá gran bonanza. Esto me trae a la mente un pasaje de la Biblia que es muy conocido: Jesús calma la tempestad.

“Y entrando Él en la barca, sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aún los vientos y el mar le obedecen?” (Mateo 8:23-27 RV60).

Una cosa que me queda claro de este pasaje es que el miedo es producto de la falta de fe en Cristo. Fue la falta de fe (certeza, confianza) de los discípulos la que les produjo temor; incluso teniendo a su lado al Dios Todopoderoso. Es nuestra falta de fe en que Él es nuestro proveedor, en que Él nos protege, en que Él no guía y en que Él cumple sus promesas lo que nos produce todos nuestros problemas. Dejemos de lado nuestros temores y vivamos con fe, gozo, amor, humildad, esperanza y la firme seguridad y convicción de que el Señor está con nosotros. Tengamos fe y confianza en que Jesús va a calmar nuestras tormentas mentales, laborales, familiares, amorosas u otras. Deja que Jesús entre en tu vida y verás cómo vas a tener gran bonanza. No tengas miedo y vive guiado por el Espíritu y no por la carne.

Preguntas para Reflexionar

1. Cuando estás en la tormenta (mental, emocional y/o laboral), ¿a qué o a quién recurres? ¿Cómo te ha ido con esa ayuda?

2. ¿Has sentido alguna vez “un vacío en el corazón”, que te falta algo, como una cubeta vacía? ¿Con qué has llenado esta cubeta? Con lo que la llenaste, ¿te ha dado paz?