Marcado, Transformado Por La PalabraMuestra

«Vive en confianza»

Temprano una mañana, mi hija y yo nos dirigíamos a la final del campeonato estatal de béisbol colegial. Mientras más lejos manejábamos, el cielo se oscurecía más, vimos una amenaza severa del clima a nuestro alrededor. Antes de darnos cuenta, estábamos en medio de una peligrosa tormenta con lluvia severa, vientos fuertes y tormenta eléctrica. El miedo nos sobrecogió mientras tratábamos de encontrar donde refugiarnos de la tormenta. Mi corazón fue atravesado y se inundó mi mente con las palabras del Salmo 91:1. Comencé a proclamar una y otra vez estas palabras hasta que el descanso vino a mi corazón,  recordé al Señor en quien  había confiado toda mi vida. 

Miqueas habló que la verdad de Dios es más fuerte que la circunstancia. De hecho, memoricé las palabras de Miqueas para proclamar fuerte la verdad que Dios es luz cuando me encontraba en una situación oscura y era el momento de recordarla.

El enemigo quiere desalentarnos cuando fallamos o recaemos en hábitos pecaminosos. Proclamar audiblemente estos versos me da esperanza y poder para moverme de la oscuridad de mi pecado a la luz admirable de la gracia de Dios.

David también conoció el poder de clamar a Dios. Él habló, no solamente sus requerimientos para ser enviados, sino también sus proclamaciones de la verdad del carácter de Dios. 

Jesús dijo a sus discípulos que aunque él los dejase físicamente, Dios enviaría al Consolador quien estaría con ellos siempre y les recordaría de todo lo que Él les hubiera dicho mientras estuvo con ellos, Juan 14:26.

Cuando atesoramos la Palabra en nuestros corazones, se enraíza y permanece en nuestra bodega mental de la verdad. Entonces, cuando nos enfrentamos con desafíos o tentaciones, el Espíritu Santo te tocará en el hombro del corazón y hablará suavemente la verdad que atesoramos allí. Es nuestra parte, aplicarla como un bálsamo de sanidad a una herida o una palabra de sabiduría a un amigo. 

Este paso del agarre de la Palabra de Dios, es el más fuerte y quizá se compara con el moldeado de la empuñadura de una espada. Memorizar la Palabra nos da conocimiento de la Palabra, mientras la meditación trae ese conocimiento a luz en nuestras vidas, nos da entendimiento. Entonces, el entendimiento provee el combustible para movilizar la Palabra en nuestras vidas a través de vivirla, orarla, y hablarla. Ella nos mueve de ser un simple miembro de la audiencia de cristiandad al estadío de vida, donde, activamente participamos en trabajar la verdad del cristianismo para su propósito y placer, Filipenses 2:13.

¡Una vida de obediencia, abarca todo sobre experimentar como su Palabra trabaja en nosotros! 1 Tesalonicenses 2:13.