Cruz y coronaMuestra
La conquista de lo inconquistable
El Señor Jesucristo dijo a Sus discípulos que resucitaría de entre los muertos. Al hacerlo, en efecto, al conquistar lo inconquistable, no solo demostró la veracidad de esa afirmación, sino que también validó todo lo demás que alguna vez dijo. La resurrección se ganó y merece nuestra confianza por todo lo que Jesucristo afirmó, prometió, advirtió y profetizó.
Porque el Señor Jesús está vivo, tenemos la asombrosa certeza de que nuestro Dios está con firmeza involucrado en nuestras vidas. De hecho, vemos evidencia de Su vida por medio de nosotros. Oramos y Dios responde, lo vemos obrar en los corazones de las personas y cambiar vidas, le pedimos que nos limpie de nuestros pecados y somos perdonados; la culpa se va y experimentamos una profunda sensación de comunión restaurada con nuestro Padre celestial. ¿Por qué? Porque Él es real. Y cuando algo es verdadero, uno no tiene que preocuparse por defenderlo. Solo lo vive, confiando en Dios, y Él se ocupará de los resultados.
Puesto que Cristo murió en nuestro lugar y resucitó, somos hijos perdonados por Dios, y lo que Él ha hecho por nosotros nunca puede ser deshecho. Juan 10:28-30 promete: "Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos". ¿Oyes la permanencia y la garantía de esa promesa? Nadie, ni siquiera tú mismo, puedes arrebatarte de las manos del Padre celestial una vez que le perteneces.
Juan 3:16 también promete: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". Punto. Dios no dijo "excepto" o "tal vez". Dijo que tenga "vida eterna". Eso significa para siempre, irrevocable, ciento por ciento seguro. Y la ofrece a todo aquel que quiera creer. Porque el Señor Jesús resucitó de entre los muertos, podemos seguir adelante con la certeza de que si confiamos en Él como Salvador, viviremos y reinaremos con Él para siempre.
Que nuestro Salvador resucitado te recuerde hoy y todos los días las certezas de la cruz y de Su resurrección, y que Él aliente tu corazón de manera profunda y abundante y con un gozo interminable.
Una oración final
Padre celestial, gracias por el regalo de tu Hijo y por la vida eterna que Él compró a mi favor en el Calvario. Si alguna vez dudo de tu amor por mí, ayúdame a recordar que no escatimaste nada, ni siquiera al Señor Jesucristo, para abrirme un camino y que yo pudiera estar contigo para siempre. Ayúdame a vivir a la luz del evangelio, muerto al pecado y resucitado a una nueva vida con Cristo. Y con esa nueva vida, úsame como tu embajador para compartir la buena noticia de la salvación con otros. Amén.
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Escrituras
Acerca de este Plan
Gran parte del Nuevo Testamento fue escrito para que pudiéramos conocer a Jesucristo, la salvación que Él aseguró mediante Su muerte en la cruz y la promesa de Su resurrección. Acompaña al Dr. Charles Stanley en su reflexión sobre la vida, muerte y resurrección de Jesucristo; el regalo de la vida eterna asegurada a nuestro favor y la profundidad del gran amor del Padre.
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