Claridad y constancia

La desesperación es autodestrucción; es movimiento sin avance, es vaciar tus pulmones de aire, y quedar ajeno a que estás a solo un respiro de traer el oxígeno que calma y satisface todo tu ser. La desesperación te lleva a olvidar todo lo que es parte de tu naturaleza, en un estado lúcido, y te paraliza.

Es por eso que los discípulos, aun habiendo recibido una orden que lanzó Jesús diciendo: “pasemos al otro lado”, se turbaron al enfrentar la tempestad inesperada. No fueron destinados a morir, sino a vivir una experiencia sobrenatural, una experiencia de paz que sobrepasa todo entendimiento. Sin embargo, el momento y las emociones traicionaron la fe y la identidad de cada discípulo.

En lugar de seguir el ejemplo del Hijo que estaba a bordo del bote, siguieron el ejemplo del mar que ahoga sin misericordia al nadador inexperto. ¿Qué podemos aprender de esto? Es simple, cuando entendemos el poder que hay en ser hijo, descansamos aún en medio de la tempestad, y logramos convertirnos en la voz de autoridad que calla y enmudece toda tormenta, y llena de paz a quien nos rodea.

Se trata de entrenar a tu mente para escuchar a la identidad de hijo, que está en ti, y enmudecer a la desesperación que viene a impedir que camines en la claridad y constancia de ser hijo. Ármate de fe, y vístete de identidad, para que en medio de la incredulidad puedas creer y vencer. Repite conmigo:

Padre Bueno, te pido que me despiertes. Despiértame del encantamiento profundo que la desesperación ha echado sobre mí. Sé que su intención ha sido paralizarme y hundirme en lugares que donde soy destinado a volar, pero no lo va a lograr, porque creo en el poder que posees y que me delegas. Creo en el poder que se encierra en ser Tu hijo, y en eso me aferro. Dame la claridad y constancia para seguir enfocado y no distraído, para seguir siendo victorioso, aun cuando todo pinte mi derrota. Desecho toda mentira que me dice que no eres mi Padre, porque sé que soy de mi Amado, y mi Amado es mío. En todo momento, ayúdame a declarar "Yo creo”, porque si creo, soy hijo; y si soy hijo, ya todo está resuelto. Te amo, Papá. Gracias por la victoria que colocas en mis manos. En Tu nombre poderoso, ¡amén!

Le pido al Padre que tu identidad sea reafirmada, y que camines en la claridad y constancia de que eres Su hijo. Recibe paz y un abrazo de mi parte.