El Tamaño De La FeMuestra
Más allá de la incredulidad
En una ocasión un hombre, desesperado por la condición física y emocional en la que se encontraba su hijo desde niño, se acercó a Jesús clamando por su ayuda. Tiernamente, Jesús le miró y le aseguró que todo es posible para el que cree. Aquel hombre angustiado, agarrándose de Jesús con un débil hilo de fe, le dijo: “Creo; ayuda mi incredulidad" (Mr. 9:24).
Me asombra y me conforta ver la actitud amorosa de Jesús. Sí, porque qué tal si mirando al hombre con firmeza le hubiera dicho que con una fe tan débil Él no podría hacer nada. Cuán diferente hubiera sido el final de aquella historia si Jesús le hubiera enviado a su casa diciéndole que viniera a Él cuando su fe fuese más fuerte y grande.
El hecho es que Jesús, compadeciéndose de aquel hombre afligido y abatido, y de la condición de esclavitud de su hijo, abrió su boca y “reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él". En aquel momento el hijo de aquel señor fue liberado porque Jesús contestó su oración y le ayudó en su incredulidad.
A veces pensamos que debemos tener una súper fe para que nuestro Dios actúe y veamos el milagro que esperamos o veamos la respuesta que anhelamos. Pero Jesús nos enseña que, aunque nuestra fe sea como un grano de mostaza podemos mover montañas. Dios ve nuestro corazón y sabe cómo las dudas tratan de corroer nuestra fe haciendo ver nuestra situación tan grande que sería casi imposible pensar en que pudiera ser cambiada por Dios.
Por eso nos ha dado su Palabra, porque en ella nos alienta y continuamente nos recuerda sus promesas. En ellas vemos a un Dios del que se dice: “¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?” (Ex. 15:11).
Es cierto que nuestra fe puede fluctuar entre momentos de una certeza inalterable y una que titubea y languidece, pero nuestro Dios que es inmutable sigue estando ahí, fuerte y todopoderoso, misericordioso y amoroso. Por tanto, a pesar de esos momentos de debilidad, acerquémonos con confianza al trono de la gracia convencidos de que Jesús puede ayudarnos en nuestra incredulidad.
El Dios que abrió el mar ante los ojos atemorizados de los israelitas que huían despavoridos en el desierto; el Dios que levantó a Lázaro de entre los muertos ante los ojos incrédulos de su hermana; el Dios que libertó a Pedro de la cárcel ante los ojos incrédulos de los que habían estado orando por su liberación; es el Dios que va más allá de nuestras dudas para hacer su obra perfecta y glorificar su nombre.
Escuchemos a nuestro amado Jesús decirnos: “No temas, cree solamente” (Mr. 5:36).
Si el Señor actuara en nuestras vidas sólo cuando nuestra fe está en la cima, serían pocas las ocasiones en las que le veríamos actuar. La buena noticia es que nuestro Dios es misericordioso y se compadece de nosotros, pasando por alto lo débil de nuestra fe y engrandeciendo su nombre con su favor hacia nosotros. ¡A Dios sea la gloria!
Escrituras
Acerca de este Plan
En el escenario de la vida cristiana escuchamos hablar de los gigantes de la fe que vieron grandes portentos y milagros divinos. Ante ellos pareciera que nuestra fe es mucho más pequeña que un grano de mostaza. Tal comparación puede llevarnos a la frustración. En este plan veremos que más importante que el tamaño de la fe, es la fe que descansa en el poder del Todopoderoso.
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Nos gustaría agradecer a Grettchen Figueroa por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.facebook.com/GrettchenStage