Cómo ser padres cristianosMuestra

¿Cuál es el objetivo?

La Biblia no es un extenso manual sobre la crianza de los hijos, pero ofrece un poderoso versículo que habla directamente de esta función vital: «Ustedes, los padres, no exasperen a sus hijos, sino edúquenlos en la disciplina y la instrucción del Señor» (Efesios 6:4 RVC).

Este único versículo contiene una profunda verdad que abarca la esencia de la paternidad santa. En nuestra época moderna, a menudo buscamos respuestas en innumerables y complejos libros de psicología con la esperanza de encontrar soluciones perfectas. Sin embargo, la crianza no consiste principalmente en adoptar estilos de comunicación específicos, maximizar el tiempo de calidad o aumentar la autoestima. Se trata fundamentalmente del Evangelio: la Buena Nueva de Jesucristo.

La mayor necesidad de nuestros hijos no son los buenos modales ni el éxito mundano, sino la regeneración y la salvación mediante la fe en Cristo. Su mayor peligro es desviarse del camino de la justicia. Por consiguiente, la vocación suprema de los padres es compartir fielmente el Evangelio con sus hijos, señalándoles a Jesús como fuente última de esperanza y redención.

No basta con enseñar a nuestros hijos a comportarse bien o evitar provocar su ira. Estamos llamados a provocarles deliberada e intencionadamente para que amen y sigan a Dios. Esto implica vivir el Evangelio delante de ellos e instruirles diligentemente en asuntos espirituales. Significa fundamentar nuestras advertencias y correcciones en la autoridad de las Escrituras, en lugar de basarnos en el mero moralismo. Tratamos de cultivar en nuestros hijos un auténtico temor del Señor y una profunda comprensión de Sus caminos.

Los padres piadosos pueden tener hijos rebeldes, del mismo modo que es posible que los padres impíos tengan hijos que lleguen a la fe. Nuestro compromiso es educar a nuestros hijos en la instrucción del Señor, discipulándolos en Sus caminos, advirtiéndoles amorosamente de los peligros del pecado e instándoles en oración a seguir a Cristo. Aunque nuestros hijos decidan rebelarse contra Dios, podemos consolarnos sabiendo que hemos cumplido fielmente nuestro deber de padres. Suplicamos fervientemente las promesas de Dios para sus vidas y confiamos en el poder del Espíritu Santo para lograr su salvación. Afrontemos la paternidad con temor y humildad, confiando en la gracia de Dios mientras compartimos el mensaje vivificante de Jesús con la siguiente generación. ¿Ves el Evangelio como el objetivo principal del futuro de tu hijo? Que hoy sea el día número uno.