La oración alimenta nuestra fe

Cuando vemos las grandes necesidades y oportunidades que hay en el mundo, puede ser tentador escondernos de ellas o pensar que tenemos que apresurarnos para resolverlas. Pero debemos responder con obediencia y fe y hacer lo que Jesús nos dijo que hiciéramos ante el reto de una “gran cosecha con pocos obreros”, es decir, primero orar. Nosotras oramos con osadía y persistencia para que el Señor de la cosecha haga lo que ha prometido: enviar obreros. Para impulsarnos.

La oración libera su poder, presencia y provisión en nuestra vida.

Es extraordinario que podamos decir las palabras "Padre nuestro", como vemos en Mateo 6:9. Dios es santo y maravilloso en todo sentido y, sin embargo, él también es nuestro Padre, que no solo nos invita a hablar con él, sino también a acercarnos a su trono de gracia (Hebreos 4:16). Dios nos ama con amor eterno, tanto que dio a su hijo por nosotros (Juan 3:16).

Cuando le oramos a Dios en el nombre de Jesús, no estamos orándole a un poder cósmico impersonal o desinteresado. Él conoce el número de cabellos que hay en tu cabeza. Él conocía tu destino antes de que respiraras por primera vez. Él te eligió y te aprobó. ¡Tanto así te ama y por eso te escucha atentamente cuando oras!

Cuando nos comprometemos a orar por una gran cosecha del Reino, expresando las necesidades del mundo y las nuestras, Dios alimenta nuestra fe. Su Espíritu está obrando en nosotras, por medio de nosotras y hacia nosotras cuando oramos, recordándonos que somos más que obedientes solicitantes ante él, somos sus socias amadas.

Oración

“Padre, gracias porque me amas y me escuchas cuando oro.Gracias por responder con perfecto poder y bondad en el momento justo. Pongo delante de ti a los miembros de mi familia y mi comunidad que no te conocen y te pido que envíes a sus vidas personas que les anuncien a Jesús. Y te pido que me envíes con sabiduría y valentía dondequiera que me llames a orar o a hablar de lo que has hecho. Amen".