SERIE: LA SALVACIÓN - Confesar a Cristo para ser salvos – VMuestra
No confundamos la confesión que el pecador arrepentido hace antes de ser bautizado, es decir aquella en la que cree que Jesús es el Hijo de Dios (Hechos 8:37) con la confesión de sus pecados.
La confesión de pecados es tan esencial como la confesión de fe. ¿Recuerdas la gente que se acercaba a Juan en el Jordán? “Cuando confesaban sus pecados, él las bautizaba…” (Mateo 3:6 NTV). “Muchos de los que habían creído… confesaban públicamente sus prácticas malvadas” (Hechos 19:18 BAD). Los cristianos no solo confiesan sus pecados cuando vienen a Cristo sino que siguen haciéndolo cuando pecan: “Abiertamente reconozcan… confiesen (TLA)… sus pecados el uno al otro…” (Santiago 5:16 DA). Advierte ahora la relación entre sanidad y confesión de pecados: “Confiésense sus pecados unos a otros y oren unos por otros para que sean sanados”, (Santiago 5:16 NBLH). Confesar los pecados es un mandamiento bíblico: “La persona… confesará el pecado que cometió” (Número 5:7 BLPH; Levítico 5:6, 16:21, 26:40). “Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón” (Proverbios 28:13 NTV).
¿A quién debemos confesar nuestros pecados? En primer lugar a Dios: “Si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos…” (1 Juan 1:9 NTV). Pero si el pecado afectó a otra persona se debe confesar a esa persona también para ser perdonado. El que pecó contra su esposa, debe confesar a su esposa; el que pecó contra su jefe debe confesar al jefe y el que pecó contra la iglesia debe confesar a la iglesia.
¿Y de cuántos pecados nos limpia el Señor? “… De todo pecado” (1ª Juan 1:7).
¿Qué sucede con los pecados confesados? Son perdonados (1 Juan 1:9).
¿Qué sucede con los pecados perdonados? Dios promete: “… Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (Hebreos 10:17). Por eso David pudo decir: “Te confesé todos mis pecados y… ¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció” (Salmo 32:5 NTV). La confesión de Balaam fue diferente. Él dijo: “He pecado” (Números 22:34) pero no mostró ningún fruto de arrepentimiento. Acán dijo: “he pecado” (Josué 7:20) pero pagó con su vida por su pecado. Saúl dijo “he pecado” (1 Samuel 15:24) pero murió sin ser fiel a Dios. David dijo: “He pecado contra el Señor” (2 Samuel 12:13) y luego se arrepintió de sus pecados (Salmo 51).
¿Quiénes más confesaron sus pecados? El ladrón en la cruz (Lucas 23:41); los que venían a ser bautizados por Juan (Mateo 3:6) y el hijo pródigo (Lucas 15:18).
A modo de conclusión. “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor…” (Filipenses 2:10-11). Debemos confesar a Cristo, cueste lo que cueste. ¡Y debemos hacerlo de este lado de la eternidad! Aunque en el gran día final todos sin excepción, quieran o no, confesarán a Cristo ya no será para salvación porque será demasiado tarde.
La confesión que salva es la expresión de un deseo de obedecer a Dios que se hace en esta vida. La cuestión no es si confesarás a Cristo sino cuándo lo harás. De esa decisión depende dónde pasarás la eternidad.
Acerca de este Plan
Dios es el único que puede salvarnos (1 Timoteo 1:15; Lucas 19:10). ¿Salvarnos de qué? Descúbrelo a través de esta SERIE.
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/