Contagio espiritual (4) EuniceMuestra
Si hay algo que se destaca de la vida de Eunice no es solamente su conversión radical y el ADN de la fe, sino el relevo ministerial. Digo esto porque alguien puede tener un excelente ADN espiritual, pero si uno no ejerce su autoridad para enseñar la Palabra de Dios y formar nuevos discípulos, de nada sirve. En ese sentido, Eunice viene a ser mi modelo de madre influencer. Piense en esto. El pastor Timoteo no fue un producto del azar, sino el fruto de una dedicación sin punto de comparación.
El Apóstol Pablo enfatizó: “Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras” (2 Timoteo 3:15). Es decir, vio “algo” distinto que había en la vida de Timoteo, quizás porque él no tuvo esa oportunidad.
Timoteo
El relevo ministerial es un mandato divino. No tengo ninguna duda de que Timoteo llegó a ser lo que es gracias al esfuerzo de su madre Eunice, quien lo formó en la Palabra de Dios desde niño. ¿Y cómo le fue a Timoteo en la vida? Veamos. El Apóstol Pablo lo reconoció como:
“Compañero de trabajo” (Romanos 16:21).
“Mi amado y fiel hijo en el Señor” (1 Corintios 4:17).
“Nuestro hermano” (2 Corintios 1:1).
“Colaborador de Dios en el evangelio de Cristo” (1 Tesalonicenses 3:2).
“Mi verdadero hijo en la fe” (1 Timoteo 1:2).
“Mi querido hijo” (2 Timoteo 1:2).
La vida cristiana, mas que una carrera de 100 metros, es como una carrera de relevos en la que varios miembros forman un equipo y se turnan para realizar una misma actividad. En un momendo dado, un miembro le pasa a otro un testigo, y ahí termina su rol, no obstante, la competencia sigue.
Lleva tiempo
Si bien Eunice había aceptado el Evangelio en Listra, tenemos que avanzar y leer por lo menos 2 capítulos más para encontrarnos con el hijo. Es decir, entre la conversión de Eunice y la aparición en escena de Timoteo, hay un largo trecho.
En un principio, porque Eunice había aceptado al Señor en el marco del primer viaje misionero de Pablo, mientras que el Apóstol conoció a Timoteo en el segundo viaje misionero, quien ya no estaba acompañado por Bernabé, sino por Silas. Y segundo, porque en el medio, tenemos lo que se conoce como el concilio de Jerusalén (ver Hechos 15). Es decir, es otro contexto.
El Apóstol Pablo volvió a pasar por Derbe y Listra en donde se encontró con Timoteo. Lucas dice que era “hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego” (Hechos 16:1). Lo que no aclara es que esa mujer judía era nada menos que Eunice, una mujer que se había convertido hace un tiempo atrás a través del ministerio de Pablo. Y como los hermanos de la región hablaban bien de su hijo, Pablo decidió llevárselo.
Pienso que un error frecuente de muchas de nosotras es pensar que entre un versículo a otro o un capítulo a otro, todo ha sucedido casi de manera instantánea, y no tomamos en cuenta la pausa que hubo por ejemplo entre esas dos historias. Es cierto que los historiadores coinciden que el primer viaje misionero termina en el año 49 y que el segundo viaje empieza en el mismo año, pero no debemos pasar por alto el detalle del viaje a Jerusalén que Lucas describe a lo largo de todo el capítulo 15, por lo que podemos suponer que han transcurrido por lo menos unos meses. Es decir, lleva tiempo. ¡Ni hablar de cuánto tiempo le llevó a Eunice hasta formar a su hijo como ese gran hombre de Dios que fue!
“Junto a sus hijas”
Cuando empezó la pandemia del Covid-19 a fines del 2019, nadie se imaginó que esto iba a durar tanto tiempo. Debido a las medidas sanitarias que exigía el Estado, las iglesias estuvieron cerradas en muchos países. De un día a otro, nos vimos obligadas a participar del culto, pero de forma virtual. De cierto modo, me agarró una sensación de frustración, ya que la koinonia se hacía desear, y no había ese toque cálido al que estábamos tan acostumbradas los días domingos.
Pero un día, el Señor me hizo saber que no había más valioso que adorar a Dios junto a mis hijas. Solo el hecho de ver a ellas cantar y ofrendar al Señor me provocó una felicidad enorme. ¿De qué sirve ganar el mundo si perdemos de vista a nuestros hijos y a la próxima generación? Si usted me pregunta qué me hace feliz hoy, le diría: “Ir a la iglesia junto a mis hijas y servir a un mismo Dios”.
Sucedió recientemente, y es que al compartir un estudio bíblico junto a las nuevas generaciones de mi iglesia, encontré una porción que me voló la cabeza. El capítulo 3 de Nehemías narra acerca de la reconstrucción del muro de Jerusalén, o mejor dicho, de las 10 puertas, para ser más específicas, y nos encontramos con un personaje llamado Salún.
¿Y quién es este personaje? Es escasa la información que contamos sobre él. Pero sí sabemos que era “gobernador de la otra mitad del distrito de Jerusalén” (Nehemías 3:12). Es decir, Jerusalén estaba dividido en 2 distritos, de los cuales uno era gobernado por Refaías y el otro por Salún. Lo que llama mucho la atención es que este hombre, que no tenía hijos varones, “reconstruyó el siguiente tramo con la ayuda de sus hijas” (Nehemías 3:12).
Algunos estudiosos han intentado anular el término “hijas” en femenino bajo el argumento que seguramente era una confusión de “hijos” en masculino, ya que ningún género femenino había participado en la reconstrucción del muro de Jerusalén, según Nehemías capítulo 3. Obviamente, es un argumento pobre que no tiene ningún sustento ni gramatical ni teológico.
Es cierto que los hombres tienen más fuerza física a comparación de las mujeres. Pero eso no quiere decir que las mujeres o niñas no puedan participar de la obra de Dios. ¡Sino todo lo contrario! Salún, siendo uno de los gobernadores de Jerusalén, fue bendecido por sus hijas, quienes no tuvieron reparos a la hora de brindar su ayuda para reconstruir el muro de Jerusalén.
¡Cuánta bendición son las hijas! ¡Y no solo hablo de las hijas en la carne, sino también las espirituales! Mis hijas son mis mejores compañeras en el ministerio. No hay mayor gozo que servir al Señor junto a ellas. Soy consciente que estoy en medio de una carrera de relevos. No sé cuándo, pero sé que en algún momento terminará mi tarea. Cuando el tiempo se cumpla, pasaré mi testigo a mis hijas para que ellas continúen con la carrera en la fe.
Mientras tanto, me esforzaré a formarlas así como lo ha hecho Eunice con Timoteo. ¡Será un momento grandioso! Cuando vea a mis hijas correr con el testigo que les he pasado, podré descansar tranquila y en paz, sabiendo que “he peleado la buena batalla, he terminado mi carrera, me he mantenido en la fe” (2 Timoteo 4:7).
Acerca de este Plan
Eunice, madre de nada menos que el pastor Timoteo, hijo espiritual del Apóstol Pablo, contagió a todo su alrededor con el mensaje del Evangelio. Luego de este plan junto a la pastora Sonia Shim, usted se convertirá en la Eunice de esta generación.
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Nos gustaría agradecer a La mujer influencer por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://libreriapeniel.com/producto/contagio-espiritual/