Metamorfosis maternalMuestra

Al principio de nuestra maternidad, quizás hayamos usado un tono bastante agudo y gestos graciosos para comunicarnos con nuestro bebé. Luego ellos van creciendo, luchan por su independencia; no quieren el vaso azul, quieren el verde. Quieren el juguete que está usando su hermanito. Quieren dulces a la hora del almuerzo. Parece una montaña rusa y estamos expuestas sin cinturones de seguridad, si no estamos ancladas a la palabra de Dios.

Nuestra voz puede tornarse a tono grave y a gestos gruñones, y un sin fin de amenazas que nos hacen ver desesperadas.

Vamos moldeando niños, pero ¿nos estamos dejando moldear?

Enseñamos con las palabras, pero ¿enseñamos con el ejemplo?

Queremos niños sumisos y obedientes, pero ¿somos esposas sumisas y obedientes en todo a Dios?

Una buena dosis de gracia para pasar por alta la ofensa de nuestro cónyuge que ha llegado cansado del trabajo. Una buena dosis de gracia para nuestros hijos que no han dormido su siesta habitual, cuando todo los irrita. Una buena dosis de gracia ante un comentario hiriente, de alguien que probablemente también esté herido.

La gracia de aceptar el perdón y la misericordia de Dios para todos los días de nuestra maternidad.

Nos alejamos de la soberbia y de la altivez de espíritu. Y nos acercamos con un espíritu humilde, para hallar oportuno socorro.

Acepta la temporada que estás viviendo.

Tu maternidad, tu milagro, tu matrimonio, tus emociones y tu carácter tienen un Salvador. El maestro de milagros ha ido por ti. Él le dará forma a tu corazón. Una mamá sensible a la voz de Dios siempre sabrá escuchar el corazón de sus hijos. Tu proceso de transformación es eso: proceso. Aunque duela, aunque cueste. Verás la luz. Sobre ti, amanecerá Jehová. Ya no serás lo que solías ser, ni preocupada, ni ansiosa, ni altanera e impaciente. Al final, reflejarás la obra maravillosa de Jesús en ti. Su carácter.

Oración

Padre amado, hoy hago una cosa, me extiendo hacia adelante. Porque allí tú estás. Puedo ver la manera en la que vienes trabajando minuciosamente en mí, y me alivia saber que terminarás tu obra redentora en mí. En el nombre de Jesús, amén.