Clase magistral de Jesús sobre la oración

Jesús no asumió que sabríamos automáticamente todo sobre la oración. Él bondadosamente les enseñó a sus seguidores que querían aprender a orar en el Sermón del Monte, diciendo:

“Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. Y al orar, no hablen solo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan.

“Ustedes deben orar así:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan cotidiano.
Perdónanos nuestras ofensas,
como también nosotros hemos perdonado a nuestros ofensores.
Y no nos dejes caer en tentación,
sino líbranos del maligno”.
- Mateo 6:6-13 (NVI)

Observa algunas de las verdades que Jesús incluye:

• La oración no tiene por qué ser larga ni compleja.
• La oración no pretende ser un espectáculo público, sino que se trata de conectarse con Dios.
• La oración es bien recibida por Dios. Él quiere respondernos cuando vamos a su presencia.
• La oración es una oportunidad para adorar a Dios y reconocer su grandeza.
• La oración puede incluir el pedir perdón, pedir provisión y buscar su voluntad.
• ¡La oración hace avanzar el Reino de Dios en la tierra!

Nuestra habilidad y perfeccionamiento no importan porque no ponemos nuestra confianza en el poder de nuestras oraciones. Nuestra confianza está en el poder de Dios, quien nos ama, nos escucha y actúa cuando oramos. Esa es la razón por la cual oramos.

Las “palabras correctas” o una fórmula determinada no son lo fundamental de la oración. Jesús lo es.

Oración:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan cotidiano. Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros ofensores. Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno.