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Cómo superar la iraMuestra

Cómo superar la ira

DÍA 2 DE 3

Detrás de la ira

Al principio de mi vida, estaba lleno de ira, sentimientos de inutilidad, depresión y ansiedad. Mis amigos se burlaban de mi peso, arraigando en mí un profundo sentimiento de rechazo. Los frecuentes abusos emocionales y físicos de mi padre hacia mí me llevaron no solo a sentirme inadecuado, sino también a temer por mi seguridad. Como no comprendía el amor de Dios por mí ni me sentía seguro en Él, temía mucho lo que pudiera ocurrirme si moría. Mi padre trabajaba largas horas en la oficina y viajaba durante semanas. Sentía su distancia física, pero las cosas no mejoraban cuando estaba en casa. Se enfadaba rápidamente y me gritaba cuando me portaba mal. Su ira era explosiva. Sentía que no estaba a la altura de sus expectativas. No me decía por qué las cosas estaban mal; solo tenía que obedecer. Nunca podía comentar porque hacerlo era visto como «contestarle».

A los ocho años, empecé a reaccionar ante esas dolorosas realidades. Respondía con rabia a mi padre, arremetiendo contra él en un intento de protegerme del daño. Desarrollé ansiedad y siempre estaba en alerta, anticipando la próxima vez que experimentaría el rechazo. Me volví introvertido, aceptando las mentiras que los demás me comunicaban sobre mi valor y experimentando depresión por ello.

Durante décadas, la ira fue para mí una forma de afrontar el miedo y el rechazo. Como no me sentía seguro y los que me rodeaban me herían repetidamente, me enfadaba con ellos. El miedo y la ira son dos caras de la misma moneda. Muchas veces, la ira es una forma de intentar protegernos cuando tenemos miedo. La ira había sido mi forma de intentar controlar y mantener a distancia a los demás durante años.

A medida que aprendí más sobre el amor de Dios y encontré ayuda a través de amistades que me apoyaban, empecé a sanar. Una de las cosas que más me ayudó fue que aprendí a preguntarme qué miedo había detrás de mi ira. Una vez identificado ese miedo, me nivelaba y me decía la verdad. Respiraba hondo, pedía ayuda a Dios y me decía implacablemente la verdad sobre la situación.

Por ejemplo, si un amigo no estaba de acuerdo conmigo, en lugar de obsesionarme con ello y seguir enfadado, recordaba que estaba temiendo algo. Temía al rechazo y a la ira, pues era una forma de intentar protegerme. Me recordaba que eran libres de estar en desacuerdo conmigo porque sus opiniones eran válidas y estaban hechos a imagen y semejanza de Dios, eran diferentes a mí. Recordaba que no me rechazaban, pero que, aunque lo hicieran, Dios me amaba, me aceptaba y me valoraba. Él me creó y es el único que puede determinar mi valor. Al insistir en este proceso, me volví menos reactivo, menos irritable, menos enfadado y mucho más en paz en la vida.

Dios, ayúdame a descubrir qué hay detrás de mi ira. Quiero desmantelar las mentiras y los miedos que me atan.

Día 1Día 3

Acerca de este Plan

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lan proporcionado por Ben Bennett y Resolution Movement. Resolution Movement ayuda a las personas a superar heridas y luchas con la verdad bíblica y la ciencia del cerebro para que puedan prosperar. Para más información, visita: https://resolutionmovement.org/

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