Fuerzas Del CieloMuestra

Tome aliento tu corazón

El desaliento, es decir el desánimo, la dejadez, es una de las emociones del alma con la que más tenemos que luchar en nuestras vidas. Son muchas las causas por las cuáles una persona puede decaer en su ánimo o sentirse sin fuerzas. Creo que todos, de alguna u otra forma hemos tenido momentos de desaliento.

Pero Dios no está ajeno al sentir de nuestra alma que, en ocasiones nos detiene y nos quita las ganas de continuar. Veamos el ejemplo de Josué, a quien Dios le había delegado la gran encomienda de introducir a su pueblo en la tierra prometida. “Esfuérzate y anímate, pues tú introducirás a los hijos de Israel en la tierra que les juré, y yo estaré contigo" (Deut. 31:23). Y luego Dios volvió a decirle: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Jos. 1:9).

Dios sabía que en algún momento las fuerzas de Josué decaerían, su ánimo no sería el mismo que al comienzo, se irían haciendo cada vez más pesadas las responsabilidades. De manera que Dios le dio una palabra que le sostendría y le animaría para que pudiera seguir adelante, la certeza de que Dios estaba con él.

Esa es la clave, el antídoto para el desaliento, no olvidarnos de que la presencia de nuestro Dios está con nosotros. No es que las circunstancias que han causado el desgano desaparezcan de inmediato es que podemos recurrir a las fuerzas, al aliento de Dios. Requiere un esfuerzo, claro que sí, requiere una actitud de fe para levantarnos de ese lugar de postración y volver a elevarnos en las alas de la fe.

El salmista nos lo dice así: “Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová” (Sal. 27:14). Esperar, esforzarnos, alentarnos son cosas que requieren acción de nuestra parte. Nadie se va a animar y a alentar si se sigue pasando la mano conmiserándose de sí mismo. Tampoco nadie que sigue chapaleteando en el lago del desaliento, encontrando justificación para su espíritu quejoso y desanimado, puede disfrutar de las aguas alegres y cristalinas de las fuerzas de Dios.

Está claro que Dios nos llama a esforzarnos, no se complace el Señor con un estado anímico tan desalentado que impide que nos movamos a hacer lo que Él nos ha llamado a hacer. Evidentemente, es lo que quiere el enemigo, el desánimo en el pueblo de Dios. Así ocurrió con el pueblo de Jerusalén cuando Nehemías quiso reconstruir los muros de la ciudad.

Cuando Nehemías les habló de cómo Dios le había prosperado en su plan de reconstrucción, todos teniendo su ánimo arriba, dijeron: “Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien". Nehemías pudo decir: “Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar” (Neh. 4:6). Pero luego, cuando el cansancio, la frustración, y los enemigos fueron llegando, entonces sucedió lo que normalmente sucede con el desánimo, se fueron las ganas de trabajar.

Fue entonces cuando se escuchó la voz del desaliento, diciendo: “Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y el escombro es mucho, y no podemos edificar el muro". Gracias a Dios que Nehemías sabía quién le había enviado, por lo que pudo hacer frente a la situación, recordándoles a los trabajadores quién estaba con ellos. “No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible" (Neh. 4:14). Y pudieron reconstruir los muros.

“Amad a Jehová, todos vosotros sus santos; a los fieles guarda Jehová, y paga abundantemente al que procede con soberbia. Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento vuestro corazón” (Sal. 31:23-24).