Milagro en mí: Los milagros de la vida diaria.Muestra

El Milagro del Perdón

Toma un momento para pensar en la persona que más daño te hizo y nunca se disculpó. Puede que fuera tu pareja de secundaria. Tal vez fue un amigo que traicionó tu confianza. Tal vez fue un líder en una iglesia. Tal vez fue un entrenador. Tal vez fue un abusador. Tal vez fue tu familia.

Y quizá no fue su intención lastimarte. Pero quizá sí. Cualquiera de las dos cosas no son buenas, ya que el peso de sus acciones, de sus palabras, o tal vez la ausencia de ambas, recae sobre tus hombros. Te sientes sucio, destrozado, desatendido, apático, pequeño, que a veces exageras, feo y frágil.

Y, sin embargo, es en ese mismo lugar donde Dios puede hacer un milagro.

La canción "Miracle In Me" (Milagro En Mí) de Red Rocks Worship tiene un verso impresionante en el puente que dice: "Hay poder en la cruz, poder en la sangre de Jesús". Y aunque la sangre de Jesús es una imagen maravillosa del perdón de Dios por nuestros pecados, queremos, en cambio, llevarte en la dirección de un milagro diferente: el milagro de Jesús inclinándose.

Encontramos este relato en Juan 8: "Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio, le dijeron:—Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio, y en la Ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Esto decían probándolo, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo" (Juan 8:3-6).

Aquí había una mujer que había sido herida profundamente y que había pecado profundamente. Ella estaba siendo castigada mientras que su contraparte masculina no. Fue llevada ante Jesús, avergonzada, desnuda y expuesta. Y hay que preguntarse cómo acabó allí, en qué ambiente creció. ¿De qué temía en ese momento, de la muerte? Más que a la muerte, ¿a una vida de vergüenza?

Y esta mujer se encuentra cara a cara con el Dios del universo, nuestro Salvador mismo. Él tiene todo el derecho de condenarla, todo el derecho de llamarla pecadora, y todo el derecho de apedrearla. Pero, ¿qué hace Él? Se agacha. Y cuando se levanta para volver a hablar, Jesús dice: "Que cualquiera de vosotros que esté libre de pecado sea el primero en arrojarle una piedra" (Juan 8:7).

Y nadie tira una piedra. En cambio, todos se marchan lentamente. Solo Jesús queda en pie, el que nunca ha cometido un pecado. Y Él elige el perdón.

¿Qué significa esto para nosotros?

Significa que podemos perdonar a quienes más nos han herido. Significa que podemos perdonar a quienes se han escondido detrás de una pantalla y nos han marcado profundamente. Significa que podemos perdonar a aquellos que deberían haber aparecido pero no lo hicieron.

Sin embargo, no podemos hacerlo solos. Necesitamos la sangre de Cristo como recordatorio constante de que podemos perdonar porque Él nos perdonó (Efesios 4:32). Tenemos que orar por un corazón de perdón que vea, incluso, a aquellos que han pecado contra nosotros, como personas quebrantadas que necesitan a un Salvador.

Ora:

Señor, danos corazones llenos de perdón. Te lo pedimos profundamente. Ayúdanos a creer que hay poder en la cruz, que hay poder en la sangre de Cristo. Sólo podemos aprender a perdonar mirándote a Ti, así que mantén nuestros ojos continuamente en Ti.

Es en Tu nombre, Amén.

*Nota: el perdón tiene matices. Aunque estás llamado a perdonar, en algunas situaciones puede que necesites distanciarte de alguien que representa un peligro para ti y no tiene intenciones de arrepentirse. Perdonar no significa volver a ponerse en una posición potencialmente dañina. Recomendamos hablar con un pastor, mentor o profesional licenciado para discernir los pasos a seguir en caso que te encuentres en una situación dañina o de peligro.