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Listos para entrenar a otros

Las razones por las que las personas comienzan a practicar un deporte son diferentes, pero al preguntarles a los grandes atletas, escuchamos que la mayoría fueron inspirados cuando todavía eran niños al ver jugar a algún campeón. Ellos entrenaron durante años y, cuando estuvieron listos, imitaron a aquella gran figura del deporte que admiraban hasta obtener el mismo nivel o incluso mejor.

En los maratones, sucede algo similar. Hay corredores profesionales y amateurs inspirados por amigos o personas que ya corren. Para organizar una carrera es necesario contar con un equipo de personas que dirijan y organicen, un grupo de jueces confiables que marquen los tiempos y muchos corredores que apasionadamente busquen llegar a la meta y obtener su recompensa. Si falta alguna de estas partes, no es posible desarrollar un maratón.

En nuestro maratón como creyentes, también nos encontramos con que hay personas desempeñando esos roles. Hay organizadores, jueces y corredores. Los organizadores están disponiendo de las oportunidades para integrarte, los jueces son quienes te dicen si lo hiciste bien o lo hiciste mal, personas que vigilan tu vida. Tú y yo somos los corredores. Los organizadores y jueces ya han corrido, y están realizando el propósito para el cual Dios los ha llamado y al pasar el tiempo siguen fortalecidos para hacerlo por años, porque Dios esta con ellos.

Pero si todo lo hacen siempre las mismas personas, ¿en qué momento podemos entrar tú o yo en escena? ¿En qué momento se levantan las nuevas generaciones para entrar a la tierra prometida que Dios tiene para ellas? Es necesario que los corredores, que ya han corrido por años, se levanten a iniciar una carrera, a motivar a otros para seguir a Dios, para asesorar a los más nuevos y ayudarlos a correr mejor. Tú y yo podemos ser una parte importante para que otros comiencen a correr o bien, sigan corriendo; tu vida diaria es la oportunidad para que las personas vean la obra de Cristo en ti: tu desempeño, tu compañerismo, tu lealtad, tu corazón. Si ya has corrido una vuelta, estás listo para animar a los que van comenzando y disfrutar de la carrera al estilo de Dios.

Pídele a Dios en oración:

Señor, gracias por las personas que has puesto a mi alrededor para invitarme a correr, ayudarme a seguir y enderezar mis pasos. Te pido que me des la oportunidad de poder invitar a otros a correr conmigo y, cuando esté listo, de poder ayudarlos a levantar el vuelo y no solo ser corredor, sino también juez y organizador conforme al propósito que tienes para mí.

Puedes complementar la experiencia de este devocional en: G3:16 Polanco ¡Listos!