Manzanas podridasMuestra

Salomón

Nacido para la comodidad y el privilegio, Salomón llevó lo que podríamos considerar una vida encantadora. Su guerrero padre, el rey David, había conquistado todas las naciones que rodeaban a Israel. Salomón heredó la paz, la mayor cantidad de territorio que Israel jamás tendría y una riqueza estupenda. Fue su privilegio supervisar la construcción del gran Templo en Jerusalén. Y luego, además de todo eso, en una entrevista personal impactante, Dios le dio la última experiencia de "genio en la lámpara": permitió que Salomón le pidiera un regalo a Dios, lo que quisiera. En un estallido de fe y humildad, Salomón pidió sabiduría, sabiduría para gobernar bien. Se le concedió. Ahora era el hombre más rico e inteligente de la tierra.

Pero las manzanas buenas pueden pudrirse, especialmente cuando están en un barril con muchas podridas. "Ahora bien, además de casarse con la hija del faraón, el rey Salomón tuvo amoríos con muchas mujeres moabitas, amonitas, edomitas, sidonias e hititas, todas ellas mujeres extranjeras 2 que procedían de naciones de las cuales el Señor había dicho a los israelitas: «No se unan a ellas, ni ellas a ustedes, porque de seguro les desviarán el corazón para que sigan a otros dioses». Con tales mujeres se unió Salomón y tuvo amoríos. 3 Tuvo setecientas esposas que eran princesas, y trescientas concubinas; todas estas mujeres hicieron que se pervirtiera su corazón" (1Reyes 11:1-3).

¿Cómo pasó esto? Orgullo. Arrogancia. Materialismo. Queriendo la admiración y aprobación de otros reyes más que de Dios. Sordera al consejo de consejeros piadosos.

Puede suceder. Ahora ya lo sabes. Ten cuidado.

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