El fuego que no quema

¡He aquí, nuestro Dios a quien servimos, existe! Él tiene poder, oh rey, para librarnos del horno de fuego abrasador y librarnos de tus manos, y aunque no lo haga, oh rey, entiende que tampoco daremos culto a tus dioses, ni nos postraremos ante la estatua que hiciste levantar” (Daniel 3:17-18).

“¡Atrevidos! ¡¿Cómo se les ocurre a estos jóvenes, novatos de la vida, negarle un deseo a su rey, y más aún responderle como lo hicieron?! ¡Qué falta de respeto!”. Quizás esto mismo estás pensando acerca de estos tres adolescentes, como seguramente el pueblo y los fieles del rey pensaron. Sin embargo, antes de juzgarlos, primero entendamos qué ha provocado esta respuesta.

Daniel capítulo 3 nos demuestra que el ego se ha apoderado del rey Nabucodonosor, y como consecuencia, ha mandado a construir una estatua que todo su reinado debe adorar al sonar de varios instrumentos. Todo aquel que no se postre, debe ser echado en un horno como castigo de no sucumbirse a las demandas exigentes del rey Nabuconodosor. En medio del escándalo ardiente, la lealtad de Sadrac, Mesac y Abednego hacia el Padre eterno sigue tan firme como siempre. Así que, como se espera, al sonar de los instrumentos, los jóvenes deciden no postrarse ante dicha estatua.

¡Esta decisión es admirable! Es una decisión que cada uno de nosotros debemos duplicar cuando nos encontramos en lugares que nos exigen deshonrar a nuestro Formador. He aprendido que es mejor ser la deshonra del grupo que la deshonra del Cielo, porque es más importante lo que el Padre piensa de nosotros que lo que el mundo pueda pensar. Además, recordemos que la adoración es una llave que accede al mundo de posibles imposibilidades; tergiversar su diseño puede tornar nuestras posibilidades a imposibles.

Al enterarse el rey Nabucodonosor de la decisión que han tomado los jóvenes de no adorar a su estatua, con furia los amenaza con ser echados al horno consumidor, solo que esta vez, sería calentado siete veces más de lo acostumbrado. Escuchando esto, los adolescentes no son intimidados, sino permanecen firmes en su postura, devotos al Padre, respondiendo con el versículo que hemos leído (Daniel 3:17-18).

A causa de esto, son atados, siendo escoltados hacia el horno abrasador por varios soldados. Dicen las Escrituras que dichos oficiales morían por el calor infernal, mas los jóvenes eran preservados a tal punto que, cuando son echados al fuego, aparece una figura celestial que se paseaba junto a ellos; cuando el rey los manda a sacar, nota que nada fue quemado, sino sus ataduras. La fe y honra de estos jóvenes hacia el Padre fue lo que los preservó en medio del fuego. Recuerda, honrar al Padre, permite que los fuegos mortales no quemen.