Día 15

La Navidad nos hace pensar en un bebé nacido en un pesebre, pero la necesidad de ese nacimiento se vio mucho antes. En realidad, la Navidad comenzó en un jardín donde una serpiente dijo una mentira, una mujer y un hombre comieron cierta fruta y Dios hizo una promesa.

Pero si profundizamos más, veremos que la historia se remonta aún más atrás, a un conflicto cósmico cuando Lucifer, el ángel del cielo, se engañó a sí mismo al pensar que podía usurpar el esplendor de Dios. Por su delito Dios lo desterró del cielo permanentemente, pero ese no fue el final.

En Génesis 3, la batalla por la gloria continuó. Satanás plantó en la mente de Eva la misma idea que rompió su propia relación con Dios: “llegarán a ser como Dios”. Manipuló y trastornó la atmósfera de confianza que Dios creó en el Jardín en Génesis 1 con una simple pregunta: “¿De veras Dios dijo que morirán?” Luego, vino la mentira intrigante: “No es cierto, no morirán. Si comes de este árbol, serás como Dios”. Él está diciendo: “No necesitas a Dios. Puedes ser tu propio Dios”.

Se comieron la mentira.

El pecado entró al mundo. La relación entre Dios y el hombre se rompió y Dios maldijo a todos los involucrados. Primero, maldijo a Satanás, y antes de que el castigo para Adán y Eva saliera de sus labios, se puso en marcha una promesa de victoria sobre la serpiente.

Cuando Dios dijo que la descendencia de la mujer estaría en guerra con la descendencia del diablo, declaró: “Su descendencia te aplastará la cabeza y tú le herirás el talón”. Estas fueron palabras de lucha. Era una promesa de muerte. Un talón magullado apenas es una lesión, pero un golpe en la cabeza es un golpe mortal.

Por muy violenta que sea, esta es la promesa de la Navidad. Cristo, nuestro vencedor, vendría y aplastaría la cabeza del enemigo.

La relación entre Dios y el hombre que fue cortada en el Edén tomaría forma de semilla en un pesebre, rompería la tierra en una rústica cruz y florecería brillantemente en una tumba vacía.

Aunque la Navidad puede ser una época en la que recordamos nuestras relaciones terrenales quebrantadas y difíciles, el Adviento es el momento perfecto para recordar hasta dónde llegó Dios para reparar la relación con nosotros. Jesús vino a la tierra para cumplir la promesa de Dios y restaurar lo que el diablo había robado.

Pasos de acción: Al reflexionar sobre la naturaleza misericordiosa de nuestro Dios esta Navidad, ¿hay alguna relación en tu vida que necesita reconciliación y perdón?