Hay esperanza, fe en tiempos de incertidumbreMuestra

¿En dónde fijamos nuestra mirada de esperanza?

Es muy frecuente escuchar o sentir que se pierde la esperanza, sobre todo cuando hay sueños rotos, expectativas truncadas, problemas, crisis, pérdidas. A pesar de lo difícil que pueda parecer el presente o lo nublado que se vea el futuro, es muy humano guardar una reserva de ilusión, un anhelo de mejora. Aún en los peores momentos o circunstancias, esperamos que las cosas vayan bien, en el trabajo, en el amor, las relaciones familiares, la economía, la paz. Y es por ese anhelo que fácilmente buscamos fijar nuestra esperanza en un proyecto, un plan de vida, una carrera laboral, una oportunidad académica o incluso una persona.

En el Nuevo Testamento, encontramos muchas referencias a la esperanza, pero hay una carta muy especial que habla de una esperanza firme, inamovible, permanente y, lo más impresionante, con una perspectiva de eternidad.

En Tesalónica, había quedado una comunidad que había recibido las buenas noticias de Jesús. Estaban sufriendo bajo situaciones adversas por haber tomado esta decisión de creer en el evangelio alejándose de la idolatría y las tradiciones religiosas.

Pablo, quien había tenido que huir de la persecución en la ciudad, escribe una carta para ellos, los tesalonicenses. Junto con sus compañeros de labor, Silvano y Timoteo, los saludan muy afectuosamente; les dicen que los recuerdan siempre, que oran por ellos y dan gracias a Dios por la evidencia de la fe en sus vidas. Los animan a seguir avanzando firmes, creciendo, amándose y ayudando a otros, a pesar de los sufrimientos y persecuciones. Ellos reconocen que los tesalonicenses han dado evidencia de estar sostenidos por la esperanza que tienen en Jesús. Esa esperanza no está basada en nada que puede ser perecedero, ningún bien material, plan humano o incluso el bienestar físico o la integridad física. Esa esperanza es como ninguna otra porque fija su mirada en la eternidad. Es una mirada puesta en Jesús, Dios hecho hombre, quien murió por los pecados de la humanidad, quien resucitó venciendo a la muerte y quien volverá para juzgar al mundo.

Exploremos este mensaje a los tesalonicenses y aprendamos a fijar nuestra mirada en Jesús. Él es la esperanza que le da propósito y sentido a nuestra vida, incluso cuando pasamos por los momentos más difíciles llenos de incertidumbre o dolor. Jesús es nuestra esperanza hoy y por la eternidad.