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SIENTO MUCHA IRA

Sé por qué la gente siente ira durante mucho tiempo, porque yo mismo lo he hecho. No nos hace felices, pero ofrece algunas ventajas poderosas: tenemos autoridad moral y podemos despreciar “justamente” a quien creemos que nos lastimó, y la ira nos ayuda a justificarnos y culpar a los demás. Dejar ir simplemente dejaría libre a la otra persona. Y sacar a relucir viejas heridas con enojo es un arma en nuestro arsenal que podemos usar cuando es útil para ganar una discusión o una pelea.

Pero la ira es tóxica, envenena la mente y el vientre. La ira es una prisión, y solo nosotros tenemos la llave, porque es una prisión autoimpuesta. Tú y yo no estamos destinados ni obligados a permanecer enojados. Es una elección enfermiza la que hacemos. El evangelio de Cristo nos llama a un camino diferente, mejor: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.” (Romanos 12:18,19).

Aquellos a quienes el Salvador ha perdonado mucho pueden demostrar que su gratitud es real al mostrar misericordia a los demás necios y pecadores que los rodean. Además, no tienes que temer que alguien que te ha hecho daño se salga con la suya. Dios vio todo y se encargará del castigo a su manera.

Entrégale todo a él. En este momento.