Estoy PreocupadoMuestra

ME SIENTO TAN HERIDO

Cada día trae sus propias desilusiones y frustraciones: problemas con el auto, discusión con tu cónyuge, un jefe desagradable, un dolor de cabeza persistente. Pero esos son solo pequeños rasguños. Las cargas más pesadas de la vida provienen de los golpes devastadores cuyo dolor permanece con nosotros durante décadas: un padre que nos dijo que éramos estúpidos y que nunca llegaríamos a nada, una madre perfeccionista que nunca pudo decir "buen trabajo", humillaciones de los matones, la traición de un mejor amigo, un registro de delitos cuya nube oscura nunca desaparece.

En Cristo la sanación de esas heridas profundas comienza ahora mismo. A través de la fe en Cristo, recibes buenas noticias de que tienes un gran valor para el mismo Hijo de Dios, que tus propias fallas morales son perdonadas y que se te dará la fuerza diaria para sobrevivir y vencer. A través de Cristo crecerás en tu propia capacidad de perdonar a los que te han herido, y así esas heridas abiertas pueden convertirse en cicatrices. El recuerdo sigue ahí, pero el dolor ha disminuido.

El último alivio vendrá en el cielo. Después de la guerra espiritual y el conflicto de esta vida, serás invitado al Paraíso de los bienaventurados, incluso mejor que el Jardín del Edén, donde experimentarás la plenitud total por primera vez. “En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.” (Apocalipsis 22:2).

Estas son para tu sanación.