Gracias, DiosEjemplo

«Sanó mi corazón

Me redimió

Y para siempre libre soy».

La identidad es algo interesante. Cada uno de nosotros construimos nuestras identidades sobre una miríada de ideas diferentes.

Estado civil. Afiliación política. Trayectoria profesional. Estado parental. Base financiera. Posición social. Denominación religiosa. Experiencia educativa. Entre otras.

Construimos una identidad para nosotros mismos, lo sepamos o no, pero olvidamos que tenemos una identidad en Dios ya solidificada para nosotros y lo es.

Una de nuestras historias favoritas dentro de la Biblia habla de cómo a Simón se le da una nueva identidad en Mateo 16. Jesús dedica tiempo a preguntar a Sus discípulos quiénes son las personas que proclaman que Él es.

Los discípulos divagan sobre algunas de las conjeturas dentro de la comunidad: desde un profeta hasta el mismo Juan el Bautista. Sin embargo, Simón sale y proclama a Jesús como el Mesías. Es un momento de triunfo en la fe bastante rocosa de Simón a lo largo de las historias del Evangelio y en honor a eso, Jesús lo bendice con un regalo maravilloso: un nuevo nombre.

Cada vez que se cambiaba el nombre de alguien en la Biblia, era una señal de que el Señor lo había cambiado y que esa persona estaba adquiriendo una nueva identidad.

Por ejemplo, Jacob, cuyo nombre significaba "agarrador de talones", cambió su nombre a Israel, que significa" luchó con Dios y con el hombre y ha vencido " (Génesis 32:28). Entonces el hombre le dijo: —Ya no te llamarás Jacob, sino Israel,porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.

Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás —le dijo Jesús—, porque eso no te lo reveló ningún mortal,sino mi Padre que está en el cielo. Yo te digo que tú eres Pedro,y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerteno prevalecerán contra ella (Mateo 16:17-18 NVI)

La raíz del nombre Pedro es «petros» o «piedra, roca». Pedro fue llamado «roca», un recordatorio de que el Señor estaba edificando Su iglesia.

De la misma manera, el Señor también nos ha cambiado el nombre. Aunque legalmente no podemos usar un nuevo nombre o sentir que el Señor nos cambia por completo, recibimos un nuevo nombre de todos modos: hijo, hija. De repente, nuestra identidad está envuelta en quién es nuestro Padre, no en quiénes somos nosotros.

Cuando entramos en una relación con Cristo, nos convertimos en parte de Su familia y ganamos la filiación dentro de Su reino. Como dice «Gracias, Dios»: "Sanó mi corazón. Me redimió. Y para siempre libre soy».

Estamos curados. Estamos cambiados. Nunca seremos los mismos.

¡Y damos gracias a Dios por eso!