Biblia Anual (Mes 9)Ejemplo

Joás el rey que se olvidó de su Dios

Joás fue un rey que comenzó a reinar desde que era niño, su reinado inició a los 7 años, él mandó a que se recogieran nuevamente ofrendas para reparar la casa de Dios, ofrendas que habían sido establecidas desde los tiempos de Moisés y que se habían dejado de dar. A su corta edad, el sabía que debían honrar a Dios y a Su casa. Pues la casa de Dios había sido destruida por Atalía y sus hijos. Joás hizo lo recto ante los ojos de Dios por algún tiempo, mientras el sacerdote Joiada vivió. Después de eso, su corazón cambió, comenzó a adorar a los ídolos y cometió un homicidio contra el hijo del sacerdote Joiada, quien fue a advertirle de su pecado.

Este rey nos da un claro ejemplo de una fe cambiante, quizá de un temor a Dios que no era genuino, o la influencia negativa de malas amistades, el Señor entregó al rey Joás por su pecado en manos de sus enemigos y posteriormente de sus mismos siervos quien terminaron de darle muerte.

El profeta Zacarías recordó a Joás estas palabras…

"Así ha dicho Dios: ¿Por qué quebrantáis los mandamientos de Jehová? No os vendrá bien por ello; porque por haber dejado a Jehová, él también os abandonará" (2 Crónicas 24:20 RVR1960).

Si bien, una de las promesas de Dios para quienes le obedecen y honran es bendecirlos, pero mal y castigo para quienes le desobedecen y deshonran.

¡Cuidemos entonces de obedecer los mandamientos de Dios todos los días de nuestra vida para que nos vaya bien. De esa manera aseguraremos que Dios estará con nosotros y ¡no nos abandonará por nuestro pecado!

La idolatría fue uno de los pecados por los que Dios entregó a los reyes de Israel en manos de sus enemigos.

Enaltecer: enorgullecer, hacerse más alto, dar honor o gran valor a una persona por sus méritos o cualidades.

En el capítulo 26, leerás sobre un rey que después de hacerse fuerte y poderoso se enalteció su corazón, dejando de dar honor a Dios, quien le había ayudado a tener esa grandeza y fuerza. Al grado de permitirse quemar incienso en el templo, lo cual era una tarea que no le tocaba a los reyes hacer, sino a los sacerdotes. Este acto le costó su reino y su salud, pues Dios lo hirió de lepra y fue apartado del pueblo hasta su muerte.