SACRIFICIO DEL SANTO CORDERO

En un principio las únicas personas que podían y debían entrar al lugar Santísimo eran los sacerdotes, los Levitas. Dios lo expresa así en el libro de los Números en el capítulo 18 versículos 1 y 5.

El Tabernáculo estaba distribuido en el lugar Santo y el lugar Santísimo anteriormente mencionado, en Éxodo capítulo 26 se manifiesta el mandato de construcción del lugar, el cual se lleva a cabo.

Ambos espacios estaban divididos por una cortina de púrpura, escarlata, carmesí y lino fino con querubines bordados (V. 31-33).

Cada persona entregaba su ofrenda a los sacerdotes, quienes se encargaban de ofrecerlas al Señor por la propiciación por los pecados del hombre durante el Antiguo Testamento.

En la Epístola a los Hebreos escrita por el Apóstol Pablo, Capítulo 10 situado en el Nuevo Testamento protagoniza el sacrificio de Jesús como dice su título: Ofrecido una vez y para siempre. Donde se había abandonado la costumbre de ofrendar animales ya que es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados (v.4). Por esto es que Dios se encarnó en Dios Hijo, el Cristo que llega a obedecer la voluntad del Padre y entregarse a Sí mismo por nuestra salvación.

”Todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” v. 11,12.

Los anteriores pasajes reflejan la importancia de la acción de Jesús, que quitó el peso de nuestras espaldas y aligeró nuestro camino en comunión Consigo. Por otro lado está explícito que se consigue el perdón de los pecados únicamente a través de nuestro Señor Jesucristo por mera gracia.