Los siete roles del Espíritu SantoMuestra

El Espíritu Santo es nuestro Consolador

Antes de que Jesús fuera a la cruz, pasó mucho tiempo con Sus discípulos y abrió Su corazón para compartir muchas cosas con ellos. Durante Aus últimas cruciales horas con Sus seguidores más cercanos—a los que llamaba “amigos”—les habló mucho del Espíritu Santo. Él quería que Sus discípulos conocieran que no estarían solos a pesar de que los estaba dejando.

Jesús les dijo en Juan 14:16–18: Rogaré al Padre, y Él les dará otro Ayudador, que estará con ustedes para siempre; es el Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir, porque no le conoce y no le puede ver, pero ustedes lo conocen porque Él permanece en ustedes y estará en ustedes. No los dejaré huérfanos; volveré a estar con ustedes.

Después de que Jesús se levantó de la muerte, cuando Sus discípulos abatidos estaban acurrucados dentro de una casa con las puertas cerradas, Él se les apareció. Después de mostrarles Sus manos traspasadas y la herida en Su costado, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo” (Juan 20:22).

Usualmente pensamos que el Espíritu fue dado en el Día del Pentecostés, pero esa experiencia fue el segundo encuentro con el Espíritu para los discípulos. Su primera introducción ocurrió en la tarde/noche del domingo de Resurección. ¡El Consolador había venido, tal como Jesús lo había prometido!

Nos han dado un regalo increíble. Cuando el Espíritu viene a morar en ti, trae la vida eterna de Dios. Él te da el mismo aliento del cielo. Él te infunde con la presencia de Dios. Y más que eso, Él prepara una morada eterna para ti para que nunca te sientas solo. Los cristianos literalmente pueden sentir la presencia del Espíritu Santo en ellos mismos, y conforme crecemos en nuestra fe, aprendemos cómo escuchar su reconfortante voz.

Aprendí a apreciar especialmente la presencia del Consolador cuando paso por tiempos de prueba difíciles, desánimo o lucha. El Espíritu me sostiene con fuerza sobrenatural y esperanza. Cuando experimento dolor, el Espíritu me alegra; cuando soy maltratado o perseguido, me da la gracia milagrosa para soportar; cuando soy acusado o incomprendido, Él pelea mi batalla por mí; cuando cometo un error y quiero patearme a mí mismo, Él levanta mi cabeza y me da una gentil corrección con ánimo; cuando estoy desesperado, me recuerda las promesas de Dios. Él quiere hacer lo mismo por ti.