Tu Voz, Yo La EscuchéMuestra

La voz amigable de Dios

“Y Samuel dormía en el santuario donde estaba el arca de Dios y la lámpara de Dios aún no se apagaba, el Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy, Señor.» Así que fue corriendo a donde estaba Elí, y le dijo: «Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?» Pero Elí le respondió: «Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte.» Y Samuel volvió y se acostó”. 1 Samuel 3:3-5

Hoy recordamos la historia de la interacción que tuvo Dios con un joven llamado Samuel.

Este había pasado la mayor parte de su vida en el santuario del Señor, pues desde muy temprana edad, su madre lo había entregado a su servicio, en cumplimiento al voto que había hecho por recibir el milagro de la fertilidad.

Aquí aprendemos muchas cosas interesantes sobre el escuchar a Dios:

1. La voz de Dios no necesariamente tiene que sonar muy mística, ni como de ultra tumbas. Aquí vemos que la voz de Dios sonó tan amigable para Samuel, que la confundió con la voz de su mentor, el sacerdote Elí. Porque para el que tiene un corazón puro para con Dios, la voz de Dios será amigable para con él.

En aquel tiempo, Samuel aún no conocía al Señor, ni se le había revelado su palabra. 1 Samuel 3:7

1. Aquí notamos que el haber pasado mucho tiempo en el lugar donde se rinde culto y adoración al Señor, no es sinónimo de conocerle a Él, ni comprender el significado de su palabra, pues Samuel había estado allí desde la niñez, y aún no le conocía. Frecuentar el lugar donde se le rinde adoración a Dios y congregarse es algo muy importante y vital para nuestras vidas, más nunca debemos conformarnos a simplemente estar en el lugar o habitar entre los creyentes. Debemos anhelar tener nuestra propia intimidad con Dios, y revelación de Él. Que no se nos llegue a pasar toda una vida en la iglesia, sin tener una verdadera experiencia con Dios como la que tuvo el joven Samuel.

“Y el Señor llamó por tercera vez a Samuel, y él se levantó y fue a ver a Elí, y le dijo: «Aquí estoy. ¿Para qué me has llamado?» Con esto, Elí entendió que el Señor había llamado al joven”. 1 Samuel 3:8

1. Dios se le reveló, en este caso, a un joven, no a un experto ni a alguien con gran título o reconocimiento religioso. Dios se le puede revelar a quien Él quiera, y no debemos subestimarnos o subestimar a nadie por su edad ni por el hecho de tener o no posición dentro de lo eclesiástico.

“Así que le dijo a Samuel: «Ve y acuéstate. Y si vuelves a escuchar que te llaman, dirás: “Habla, Señor, que tu siervo escucha.”» Y Samuel fue y se acostó” 1 Samuel 3:9

1. Si bien es cierto que Dios se le puede revelar a quien Él quiera, y que cada uno debe buscar su propia experiencia de intimidad con Dios, debemos reconocer que fue el sacerdote Elí quien le dio la clave instructiva al joven Samuel de cómo interactuar con Dios.

Dios pone personas sobre nosotros que nos enseñan principios, secretos y misterios, y debemos valorarlas y respetarlas, cumpliendo el principio de honra a nuestros líderes.

1. Por último: cuando estamos consagrados al servicio al Señor, con corazón puro, como lo estaba el joven Samuel, eventualmente, Dios se revelará a nosotros, así como lo hizo con él, y nos llevará a tener una verdadera intimidad con Él. Cuando esto ocurra, ya no simplemente haremos tareas religiosas, por asignación, sino que tendremos verdadera amistad con Dios, donde escucharemos su voz clara y libremente.

OREMOS:

Señor, ayúdame consagrarme para ti, con corazón puro, y a poder escuchar tu voz cada día más, y honrar a quienes has puesto sobre mí como maestros. En el nombre de Jesús, amén.