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El Dios Sin PrisaMuestra

El Dios Sin Prisa

DÍA 2 DE 7

¿Velocistas o persistentes?

La rapidez es un valor para el hombre y la mujer posmodernos. Vivimos con velocidad y urgencia y, con todo y que podemos, aunque sea remotamente, entender el valor que tiene la resistencia, ninguno de nosotros quiere sufrir las esperas con las que la espalda del resistente se curte. Si se nos da a elegir, preferimos ser velocistas que corredores de fondo, pero el Señor no trabaja igual en nosotros desde lo uno y lo otro.

¡Qué duda cabe que Dios tiene sus tiempos! Pero más aún: Él tiene el tiempo en sí mismo, y lo gobierna a Su antojo, según Su sabiduría. El Señor no es como nosotros, caprichoso y voluble, dejado llevar por cualquier arrebato o corriente. Su designio tiene que ver con la cuestión más medular y básica de todas: ÉL ES DIOS, y no es hombre para que ninguno de nosotros podamos decirle cómo conducirse.

En el contencioso que Job tiene con Dios en medio de su sufrimiento, aparenta haber un silencio interminable de parte del Soberano. Sin embargo, llegado el momento preciso, Sus palabras son incontestables, diciéndole a Job algo así como “Has hablado tú, pero ahora me toca a mí” (Job 38:3), y le plantea un sinnúmero de preguntas retóricas –es decir, que se contestan por sí mismas– y que no esperan respuesta, pero que caen atronadoramente por su propio peso. Si te fijas, buena parte de ellas tienen que ver con el tiempo: lo maneja desde antes de que hubiera nada –ni siquiera el propio tiempo–, diseña, marca y controla los ciclos de la naturaleza, los animales y las personas.

No tenemos tiempo de abordar todo el desarrollo de la exposición que Dios le hace a Job sobre los tiempos y cómo Él los gobierna (te animo a leer los capítulos 38-40:5 de este libro para profundizarlo), pero una cosa le deja clara: ¿dónde estás tú mientras yo hago todo eso? Y esta es una pregunta que, inevitablemente, nos alcanza a nosotros milenios después, y resuena con la misma fuerza aplastante que entonces. Si fuera por nosotros, todo se iría al traste.

Nuestra fragilidad e impaciencia nos engañan al decirnos que la mejor solución es la que llega pronto. Nuestros abordajes son improvisados, rápidos e insuficientes. Él, por el contrario, no solo mide nuestros tiempos, sino todos los demás, y los sincroniza para nuestro bien, aunque parezca tardarse.

Día 1Día 3

Acerca de este Plan

El Dios Sin Prisa

Los tiempos de Dios no son nuestros tiempos y eso, en un mundo de velocidad y estrés, no es fácil de entender ni de aceptar. En este plan consideraremos cómo, normalmente, "la mejor parte" está alejada de la urgencia. De poco nos sirve afanarnos... Él nunca tiene prisa, porque nunca llega tarde, y nos invita contemplarle, absorber de Su carácter, y aprender a vivir de una forma distinta.

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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.lidiamartin.com/