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#2 Se aflige con nosotros
Todos transitamos por el dolor de manera distinta, pero todos sufrimos, y a nuestro propio ritmo.
Cuando Jesús y su familia regresaron a casa después de enterrar a su padre, sintió el azote de la muerte como nunca antes. No sabemos cuántos años tenía Jesús porque la Biblia no nos da estos detalles. Hay un silencio en el relato, muy parecido al silencio que se puede sentir cuando hay un lugar vacío en la mesa a la hora de la cena. Pero los detalles no cambian la realidad—ahora él era el jefe de la casa; el peso de la familia caía sobre sus hombros.
Guardaron juntos el Shivah, siete días de duelo tranquilo y privado. Cada uno de ellos rasgó la tela de su camisa sobre su corazón, simbolizando el dolor que ahora desgarraba sus vidas.
Si has perdido a alguien que amas, sabes todo sobre este trauma, quizás lo más doloroso que hayas experimentado. Conoces el sentimiento surrealista de estar junto a su ataúd o tumba y lo desorientador que es pensar en la vida normal sin ellos. Todo se pone de cabeza. Lo que sentías que era importante ayer, ahora es intrascendente.
Jesús sintió el azote de la muerte al menos dos veces más. Un par de años antes de su propia muerte, su primo Juan fue brutalmente asesinado por un cobarde político. La sangrienta decapitación de Juan Bautista deja perplejo a cualquier persona decente. Jesús debe haber sentido náuseas por lo que sufrió Juan. Cuando escuchó la noticia, todo lo que quería hacer era alejarse, solo, llorar, tal vez incluso vomitar. Pero la multitud no se lo permitió. Siguió a Jesús, pidiendo milagros, sanación y enseñanza.
En otra ocasión, tan solo unas semanas antes de su propia muerte, Jesús se enteró de que su buen amigo Lázaro estaba agonizando. Para cuando llegó a casa de Lázaro, su amigo tenía ya cuatro días fallecido. Jesús lloró desconsolado de pie afuera de la tumba. Los vecinos comentaban: “Mira cuánto amaba a Lázaro”.
Jesús sabe muy bien sobre el tiempo que lleva recomponerse después de semejante pérdida. Cuánto tiempo se tarda en volver a interesarse por los pasatiempos, lo profesional y la vida. Él recuerda la niebla mental y emocional que te envuelve como una ola en medio del océano a medianoche. Él entiende nuestro dolor.
Sin embargo, incluso en su angustia personal, Jesús se volvió hacia las multitudes que lo seguían y las vio con una compasión radical. En latín, la palabra “compasión” significa “sufrir juntos”. Incluso en su propio sufrimiento, Jesús quería aliviar el sufrimiento de otras personas.
No somos las mismas personas después del duelo. Quedamos marcados, rotos y, a veces, estamos mejor. Jesús también.
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Escrituras
Acerca de este Plan
Ya hemos visto el impacto radical de Jesús en la cultura—ahora lo viviremos personalmente. ¿Puedo identificarme con la vida “normal” de Jesús—con sus decisiones tranquilas y personales? ¿Como cuando eligió hacer el bien al perder a un ser amado cuando era malentendido, marginado y menospreciado? Juntos profundizamos y vemos qué hay tras las historias de la Biblia para descubrir cómo Jesús pudo haber afrontado esas crisis personales.
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