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Su mayor tesoro

DÍA 1 DE 3

Tesoro duradero

A inicios del 2018, una pareja de Colorado vendió todo lo que tenía y compró un barco con el objetivo de cumplir su sueño de navegar en mar abierto. Y así lo hicieron. Durante un día. Sin embargo, el segundo día, su barco golpeó algo que se encontraba bajo el agua. El agua inundó el barco y tuvieron que abandonarlo. El barco naufragó y lo perdieron todo. La novia lloró: «Todo por lo que he trabajado, todo lo que he tenido desde que era niña, lo traje conmigo. Simplemente se aleja flotando y no puedo hacer nada».

¿Se identifica? Es posible que usted no haya perdido su patrimonio neto en un trágico accidente acuático, pero apuesto que ha experimentado la dolorosa realidad de las cosas temporales. Su salud no dura. Su conexión romántica se desvanece. Sus finanzas se sumergen en números rojos. Pierde el contacto con los amigos. La vista, el oído y la memoria disminuyen lentamente. Y nos unimos a esa pobre mujer en los lamentos: «Se aleja flotando y no puedo hacer nada».

En realidad, sí hay algo que puede hacer: mirar a Jesús. Él prometió: «Por el contrario, acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corroen, y donde los ladrones no minan ni hurtan» (Mateo 6:20). Jesús nos ha prometido un tesoro duradero en el cielo, donde no hay robos, ni pérdidas ni corrupción. Aún mejor, Jesús murió en la cruz para que el cielo mismo fuera nuestro tesoro eterno, un don que ninguna bancarrota, papeles de divorcio ni células cancerosas puede quitarnos.

Así que, cuando la vida le recuerde que todo es temporal, fije su mirada en Jesús, su tesoro perdurable y eterno.

Escrituras

Día 2