Ofrenda De Olor FraganteMuestra

¿Qué Tipo De Perfume Somos?

Se puede notar la diferencia de manera inmediata, entre un perfume fino y un perfume común, ambas fragancias son perceptibles al instante, la diferencia es abismal. De esta misma manera podríamos comparar la vida cristiana que llevamos, con un perfume; si vivimos movidos por el Espíritu produciendo un aroma delicioso y fragante para agradar a Dios o si vivimos movidos por la carne produciendo un olor desagradable y putrefacto que sólo puede agradar a satanás, al mundo y nuestra carne.

¿Qué tipo de perfume somos? Medito mucho en esta pregunta mientras escribo y empiezo a hacer un análisis de cómo vivo mi relación con Dios, cuánto le conozco realmente y qué tanto he muerto a mi misma para poder decir "soy aroma fragante para Él" o por el contrario, en esta o aquella área de mi vida estoy siendo perfume de olor desagradable.

Sólo hay una forma de poder responder esta pregunta y lo haré con otra pregunta: ¿Qué tanto estoy muriendo? La única manera de confirmar que sí estamos siendo adoradores en espíritu y en verdad para Dios, es identificando en qué hemos muerto o en qué estamos muriendo a nosotros mismos para que Cristo sea quien se muestre a través de quienes somos en Él y de lo que podemos hacer en Él para gloria de Dios. Nosotros hemos sido escogidos por Dios para salvación y también para adoración; es decir, somos hijos y siervos pero también adoradores y sólo podemos cumplir con esta misión a través de Cristo Jesús.

La obra redentora de Jesucristo es la ofrenda de olor fragante que agrada a Dios; Cristo mismo ha sido y será el único sacrificio agradable ante su presencia, porque Él siendo Santo, se hizo pecado por nosotros; sin embargo, clavó el pecado en el madero y venció el pecado a través de la muerte que tuvo que sufrir por nuestra causa.

Cristo Jesús es el perfume de olor fragante que agrada a nuestro Padre, sólo cuando morimos al pecado, a nuestra carne, a nuestros deseos egoístas, a nuestra concupiscencia, etc. es cuando Cristo se aviva en nosotros y se empieza a producir un aroma agradable, una ofrenda sacrificial de olor delicioso ante Dios.