Sobre El AmorMuestra

Hechos y verdad

Hay una diferencia significativa entre las palabras y los hechos. Afirmamos que amamos a los demás. Decimos que confiamos en la gente. Sin embargo, nos cuesta poco o ningún esfuerzo declarar que alguien o algo es importante para nosotros. Son nuestros actos los que requieren más esfuerzo que nuestras palabras. 

No hay nada que revele más nuestras creencias y prioridades que lo que realmente hacemos. Decir lo que valoramos es la parte fácil. Esto no significa que nuestras palabras no sean importantes; sin duda lo son. Sin embargo, si nuestras acciones no coinciden con nuestras palabras, son como vapor en el viento. 

1 Juan 3:18 dice que no debemos amar a los demás con palabras o con la lengua, sino con hechos y en verdad. Hay una razón por la que la acción está conectada a la verdad en este versículo. Cuando somos inconsistentes, nuestra falta de acción neutraliza nuestro hablar. Este versículo nos exhorta a hacer lo que decimos y a decir lo que hacemos. Si nuestras palabras y acciones no funcionan en armonía, ambas son ineficaces. 

Aunque a todos nos gusta oír a alguien decir que nos ama, el amor no consiste solo en decir las palabras. El verdadero amor consiste principalmente en hacer. El amor es una acción. El amor es servir a los mejores intereses de los demás. Es actuar en nuestro propio interés. Es la manifestación más verdadera de lo que somos. 

Solo podemos ver y hablar con la verdad cuando amamos con la verdad. El amor es poner la fe en acción. Nada dice más sobre lo que creemos, amamos y valoramos que lo que hacemos. Juan nos implora que seamos coherentes y verdaderos al convertir nuestras palabras en acción; esta es la verdadera naturaleza del amor. Es adoptar la perspectiva del amor de Dios. 

Dios es el mayor ejemplo de amor verdadero. Como hijos suyos, queremos seguir su ejemplo. ¿Cómo podemos comprender mejor la Palabra, a través del Espíritu, para amar verdaderamente a los demás? No queremos ser personas que solo dicen que aman a los demás. Queremos que nuestros corazones sean transformados diariamente a la imagen de Dios, para que podamos amar mejor a los demás y para que nuestro amor les dé la oportunidad de conocerle