Despierta a La Voluntad De Dios Para Tu VidaMuestra

Discernir la voz del Señor

Entonces, ¿crees que Dios te he hablado, pero no estás completamente seguro? Lo cierto es que, a veces, la voz de Dios es fácil de reconocer y otras veces no. Si tienes dudas en tu mente sobre si algo que estás sintiendo es o no de Dios, hazte las siguientes preguntas:

• ¿Es bíblico? 

Si la respuesta a esta pregunta es no, entonces ya tienes la respuesta. La voluntad de Dios nunca te dirá que hagas nada que sea contrario a su Palabra.

• ¿Me produce confusión en el corazón? 

Si la respuesta es sí, entonces lo que estás sintiendo probablemente no sea de Dios, porque Dios no es el autor de la confusión (1 Corintios 14:33). Dios puede desafiarnos a veces a pensar distinto sobre cosas o a que vayamos a nuevos niveles de fe, pero Él no crea confusión o la duda y la dificultad que a veces acompañan a la confusión.

• ¿Esto me está trayendo paz al corazón? 

La voz de Jesús viene con una conciencia de una paz celestial. Por el contrario, el diablo usa la urgencia, la presión y el temor para dirigir a la gente. La mayoría de las veces cuando Dios habla, no lo hace de una forma forzada, demandante, con mucha presión, del tipo: “¡Tienes que hacer esto ahora o nunca!”.

• ¿He acallado mis deseos e intereses propios? 

La voz de nuestros propios anhelos, intereses y opiniones se puede confundir fácilmente con la voz de Dios. Para asegurarnos de que lo que estamos escuchando es de Dios, debemos identificar nuestros deseos e intereses propios y, como un acto intencional de nuestra voluntad, neutralizarlos. Mientras más alta sea la voz de nuestra propia voluntad, más se acallará la voz de Dios. Por el contrario, mientras más callada sea la voz de nuestra propia voluntad, más alta será la voz de Dios.

Dios habla a sus hijos mediante su Espíritu. El reto está en aprender a oír y después tener la determinación, la fe y el amor para sencillamente obedecer lo que Él nos esté diciendo. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos 8:14).