Dios siempre nos oye

Veamos un tremendo encuentro que está allí en las Escrituras. A Jesús, lo mandan a llamar porque Lázaro estaba enfermo, y sus hermanas le envían un mensaje diciendo que, su amigo al que amaba estaba enfermo. Después de esto Jesús se quedó un par de días más en el lugar donde se encontraba, antes de ir y acudir a este llamado, podría parecer que no le importo, pues la noticia que le dieron era urgente, pero el no tenía afán.

¿Estás en medio de la prueba? ¿Estás desesperado? ¿Tienes afán? Haz un alto en tu camino, para, escucha y recuerda que Dios no se mueve en nuestro reloj ni conforme a nuestra voluntad.

Volviendo a la historia de Lázaro, él era su amigo al que él amaba, y antes de llegar le dijo a sus amigos, Lázaro está muerto, y ellos decían sí señor está dormido, pero él quiso enfatizar: “está muerto”. Dicho esto, el Señor fue a Betania y se encontró con Marta la hermana mayor de Lázaro, quien un poco incrédula le dice: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Y Él le habla de la resurrección y le dice: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”.

Después llega su hermana María, quien también le reclama al Señor, y Él al ver el dolor de ellas, se conmueve en su espíritu y llora, aunque sabía el milagro que estaba por hacer. Así que, el Señor va a la tumba y pide que corran la piedra, aunque sus hermanas le dijeron que no lo hiciera, pues hedía, ya que hacía cuatro días que había muerto, lo llamó y el salió de la tumba.

¿Qué era mejor, una sanidad para Lázaro, o una resurrección? Dios estaba tomando ocasión para glorificarse y mostrarles que Él es el Dios eterno, para el cual nada es imposible. Nunca puedes olvidar que Él es el Dios maravilloso, es el Rey de reyes, el dador de la vida, Él es la resurrección y la vida.

Y aquí quiero resaltar las palabras que el Señor dice después de ordenar a Lázaro que salga fuera, cuando le dice al Padre: “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado”.

Jesús siempre escucha nuestra oración y no la pone en saco roto. ¡Dios siempre nos oye!