Amada Por El Dios Que Me VeMuestra

Dios te ve, Él realmente te ve. 

Generalmente el ser humano vive sin considerar el hecho de que hay alguien que nos está observando. Nunca estamos solos porque servimos a un Dios que nos ve. Él siempre observa y conoce nuestras vidas.

Tuve convicción de esta verdad en una labor social realizada por la iglesia. El día que yo asistí por primera vez recuerdo que el Pastor hablaba del perdón de Dios, del perdonar a los demás y del perdonarnos a nosotros mismos. De repente, se volvió hacia mí y me pidió acercarme. Yo obedecí. Estaba parada en medio de todos, cuando comenzó a decir:

 “Miren a esta joven; a la vista se le ve bien, y todos damos por sentado que se encuentra tranquila disfrutando de la vida. Pero más allá de su apariencia, tal vez el corazón de esta joven está abrumado y necesita experimentar perdón”

En ese momento, las lágrimas comenzaron asomar en mis ojos, y en la medida en que continuaba hablando, mi corazón se aceleraba y me fue imposible detener el llanto. Me dijo muchas cosas que hasta ese momento había callado. Fue entonces cuando me vino a la mente Génesis 16:13, y me dí cuenta que Dios nos ve, él realmente nos ve. 

El Dios que nos ve conoce nuestros pensamientos, nuestros problemas, nuestras luchas, nuestras inquietudes, nuestras preocupaciones más profundas, nuestros temores, nuestras ilusiones, nuestras deseos; Él conoce todo, todo lo bueno y todo lo malo que puede estar en nosotros.

Cada uno de nosotros tiene una imagen que es la que intentamos transmitir a los demás. Generalmente esa imagen es de perfección y termina siendo una ficción, una falsedad, una hipocresía.

En las fotos de Facebook o Instagram todo el mundo es feliz, todos tenemos la familia perfecta y una sonrisa. Esa es la ficción en la que muchas veces el mundo nos invita a vivir, una invitación que aceptamos gustosos, aún a sabiendas de que es una irrealidad.

No siempre somos capaces de decir que (a veces) no está todo bien, que hay tristeza, que hay enojo en nuestras vidas, que estamos luchando con el pecado. No somos capaces de mostrarnos tal cual somos: débiles, imperfectos y necesitados.

Sucede que terminamos sintiéndonos solos. 

Pero Dios es diferente. Para Él no sirve el aparentar porque nada le es oculto. Él nos ve completamente, y está para y con nosotros.