Perder para ganarMuestra
TRANSFORMANDO EL DOLOR
Me encuentro muy feliz al saber que me has acompañado en este viaje de cuatro días acerca del perdón y espero que esté teniendo un impacto positivo para tu vida. Hoy aprenderemos cómo llevar a la práctica lo que te he compartido.
Haciendo un recuento de la lectura de ayer pudimos comprender que hay niveles de consecuencias si no se perdona, que más allá de centrarse en el resentimiento tiende a arraigarse de manera muy profunda como si se tratara de pulgones en nuestras mentes y corazones que tarde o temprano nos terminarán destruyendo.
“¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia” (Miqueas 7:18).
A lo largo de las escrituras podemos notar la capacidad que tiene Dios para poder olvidar y borrar de su memoria, en el caso del versículo, los pecados del pueblo. No obstante, como humanos eso no forma parte de nuestras capacidades por lo que Dios debe lidiar con nuestro corazón.
¿Olvidar es sinónimo de perdonar?
Venimos con la creencia tan arraigada de que el verdadero perdón es el olvido cuando lo único que ha logrado es limitarnos y que sigamos en el mismo círculo de vicio. Así pues, el acto de perdonar quiere decir no echarle más leña al árbol caído, ser empáticos con el otro y aceptar su error, enmendarlo; recordar y ya no sentir dolor. ¿Has experimentado esto alguna vez?
Es habitual escuchar casos de quienes viven esperando que alguien les pida perdón aun cuando ya asumieron que nunca pasará. Considerar esto es recordar que el verdadero arrepentimiento no vendrá de afuera sino de nosotros mismos. Es nuestra decisión quedarnos anclados en el dolor o empezar a sanar las heridas abiertas.
Habiendo dicho esto, ahora veamos unos cuantos pasos…
1. La decisión está en ti. Si estás esperando que te nazca perdonar déjame decirte que no sigas perdiendo tu tiempo. Eso nunca va a pasar porque el perdón no se basa en sentimientos sino en decisiones por obediencia a Dios y a su palabra.
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32).
2. Identifica en un listado las personas que te han herido durante toda tu vida y las emociones implicadas. Al revisar de forma consciente lo sucedido se puede contemplar el panorama completo. Es decir, cuando sabes lo que sientes tienes el poder para decidir qué quieres o no sentir.
3. Reconoce el daño por postergar el perdón y arrepiéntete. La palabra de Dios nos ordena quitar todo aquello que contrista al Espíritu Santo.
“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia” (Efesios 4:31).
4. Expresa tu dolor y perdónate. Es necesario exteriorizar lo que por mucho tiempo te ha mantenido cautivo: rabia, ira, culpa, entre otros. Puedes escribir una carta e irla leyendo en voz alta o simplemente dilo verbalmente. Te comparto una frase que me impactó, léela cuantas veces haga falta:
“El que no perdona no se quiere a sí mismo, porque solo alguien que no se ama permite que el veneno entre en su corazón” (Anónimo).
5. Oración de renuncia. Confiesa tu perdón con lo siguiente a cada persona por los recuerdos dolorosos o heridas recibidas, en voz alta y con todo tu corazón:
“Padre, yo perdono a (nombres de las personas) por (expresa con detalle todos los dolores y ofensas que te causaron y cómo te hicieron sentir). Te las entrego al igual que mi derecho de buscar venganza por cuenta propia. Decido no aferrarme a mi amargura y soltarlas. Espíritu Santo te pido que sanes mis emociones dañadas, permíteme experimentar tu libertad y restauración en mi vida. En el nombre de Jesús, amén”.
Deseo que a partir de hoy tu vida tome un giro 70 veces 7, no como un libro de contabilidad que se cierra una vez cuadrados los asientos, sino como un recurso espiritual para seguir perdonando. No olvides que al perdonar a tu hermano también te liberas a ti mismo. Que el shalom de Dios repose y resplandezca sobre ti. ¡Un fuerte abrazo!
Espero que este plan haya llegado a tu corazón y si tienes algún testimonio para compartirlo conmigo puedes escribirme a mi perfil en Instagram: @angie.sevillano
Acerca de este Plan
Desde pequeños hemos aprendido que perder es sinónimo de derrota, sin embargo, no dista mucho de su contraparte ganar. A veces una victoria es la antesala de una serie de derrotas y una derrota una serie de victorias, de modo que cuando nos referimos al perdón, se torna en frustración. Por tanto, te invito a leer este plan conmigo en estos cuatro días sobre esta valiosa dualidad: Perder, para ganar.
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Nos gustaría agradecer a Angie Sevillano por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.instagram.com/angie.sevillano/