Firmes Y ConstantesMuestra

Muchas veces, nuestro objetivo, es llegar a ser cristianos felices. Que reciban milagros, que vivan en gozo constante, que vean la mano de Dios a cada paso que den.

Pero eso, son solo algunos de los regalos que Dios nos hace, no por nada que nosotros merezcamos, sino por amor, por gracia.

Ahora bien, nuestro verdadero objetivo, como hijos de Dios, debe ser siempre, que cada día más nos comparen con la persona de Jesús. Que le vean a Él en nosotros, en ti. Pero para eso hay que hacer un esfuerzo diario para renunciar a la comodidad, al egoísmo, a los sentimientos, y a lo que yo quiero, a cambio de lo que Él quiere. Pero, ¿cómo?

Jesús es el ser humano perfecto, y en Él tenemos el ejemplo de vida, de conducta, de amistad, de siervo, de maestro, de líder y de sacrificio vivo. Y si nosotros no estamos dispuestos a sacrificar lo que somos, lo que nos apetece, lo que soñamos, lo que queremos alcanzar, por llegar a estar más cerca de Jesús, entonces debemos preguntarnos qué estamos haciendo. Y si vale la pena seguir. Porque para crecer en Él, para que crezca en mí, debo menguar yo. Hacerme pequeño, diminuto, y que Él ocupe toda mi identidad, todos mis sueños, todo lo que soy, lo que siento, lo que vivo, todo.

Cuando Jesús le dijo al joven rico que vendiera todas sus riquezas y posesiones, que cumplir con los mandamientos no era suficiente, ese joven se entristeció y se fue. Decidió rechazar la oferta de Jesús, porque lo que tenía, definía quien era él. Luego miramos a otros hombres, como Pablo, que se deshizo de su identidad, de su fama, del respeto y el poder que ostentaba, y se hizo esclavo, encarcelado, perseguido, se hizo menos, para que Jesús fuera más. Y eso, no sólo cambió la vida de Pablo, sino que significó una transformación a lo largo de la costa mediterránea, la iglesia empezó a crecer y multiplicarse, por personas decididas y completamente enamoradas de Jesús.

El camino que Dios ha preparado para los que le aman, le siguen, le sirven, no es un camino fácil, delicado y sin dificultades. Pero estoy completamente convencida de que es el mejor, y de hecho, el único camino, que nos lleva a una fusión genuina con la maravillosa persona de Jesús. Y en Él, en Jesús, está la plenitud de la vida.