[Grandes Versos] Siete «Quien» Del Libro De Los SalmosMuestra

¿Quién es tu amparo y refugio?

Muchos cristianos en todo el mundo no pueden leer este versículo sin pensar en la vida de Jim Elliot. Elliot nació en Oregón en 1927. Criado en una familia devota de Cristo, exudaba una determinación intrépida de seguir a Cristo desde el principio.

Era un líder natural, no le atemorizaba hablar en nombre de Cristo. Él hizo una práctica diaria el encontrarse con Dios en las Escrituras. Conocía y amaba la Biblia, y amaba al Dios de la Biblia. De hecho, tenía un hambre muy poco común de conocer a Dios. También fue un escritor talentoso, como se constata en su diario. Una vez escribió: «Él no es un tonto que da lo que no puede guardar, para ganar lo que no puede perder». Escribió esto cuando era tan solo un estudiante universitario.

Siendo todavía joven, fue a Ecuador para alcanzar a la gente para Cristo. Aprendió español, luego se trasladó al borde de la selva amazónica para ministrar a los indígenas quechua de la zona. Allí se casó con Elisabeth, una mujer que conocía desde la universidad. Elliot y otros cuatro jóvenes misioneros fueron atraídos por los Huaorani, una pequeña tribu que nunca había sido alcanzada para Cristo.

Se sabía que la tribu era peligrosa para los forasteros. En 1956, los Huaorani martirizaron a Jim y sus cuatro amigos, quien solo tenía 28 años. Afortunadamente, su esposa Elisabeth compiló sus cartas y su diario, y publicó un libro sobre su esposo. Ella decidió tomar el título para el libro de Salmos 91:1 y lo llamó Shadow of the Almighty (Sombra del Todopoderoso).

El libro es poderoso. Jim Elliot personificó Salmos 91:1. Dios era su amparo y su refugio. Vivió su vida, demasiado breve para nuestros estándares, hasta su plena capacidad, descansando a la sombra del Todopoderoso. Si pudiera elegir a una persona en los últimos cien años que reflejara mejor la pasión que Pablo tenía por Jesús, elegiría a Jim Elliot. Él es una de esas pocas personas que podrían decir lo que Pablo dijo y lo dice en serio. «Porque para mí vivir es Cristo, y morir es ganancia» (Filipenses 1:21).