Aprendiendo a dominar la lenguaMuestra
Poniendo freno en la boca – Parte II
"Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo" Santiago 3:1-2 (RV60).
La lengua necesita un freno que la controle
La brida y el timón son pequeños, pero extremadamente importantes. Si éstos no son controlados, entonces el caballo entero estaría fuera de control, y todo el barco estaría fuera de control. Algo tan pequeño como la lengua puede tener un tremendo poder, ya sea para el bien o para mal. Así como un timón y una brida cambian el curso de un caballo y de una embarcación, nuestras lenguas pueden cambiar el curso de nuestras vidas, y afectar en forma importante (por una lengua chismosa, por ejemplo) la vida y la reputación de otras personas.
Santiago pensaba que la lengua era más peligrosa que un caballo díscolo o desbocado, o que una impetuosa tormenta en el mar. La lengua puede meternos en muchos problemas. Una palabra descuidada, puede encender un conflicto; una palabra cruel puede destruir una vida; una palabra con calumnia puede destruir la reputación de una persona; una palabra amarga puede inculcar odio; una palabra brutal puede golpear y matar. Pero una palabra compasiva puede traer alivio al corazón de una persona; una palabra llena de entusiasmo puede alegrar y alentar la vida de una persona; una palabra oportuna puede disminuir la tensión; una palabra amorosa puede sanar y bendecir.
Si la lengua es como las riendas en la boca de un caballo o el timón de un barco, cabe preguntarse: ¿Quién o qué lleva las riendas, o quién o qué dirige el timón? Algunas personas no tienen sus manos en las riendas o el timón y, por lo tanto, dicen lo que se les ocurre, y puede ofender, o decir cosas inapropiadas. Otros usan su lengua según sus emociones o desde aspectos de su naturaleza carnal. Pero Santiago nos señala que el Espíritu de Dios, obrando a través del nuevo hombre, pone las manos en las riendas y el timón que es nuestra lengua.
Necesitamos, entonces, como el rey David, poner freno en nuestra boca. Yo dije: “Yo dije: Atenderé a mis caminos, Para no pecar con mi lengua; Guardaré mi boca con freno," Salmo 39:1 (RV60).
Escrituras
Acerca de este Plan
La manera en que manejamos la lengua es un gran indicador de cómo están nuestros corazones ante Dios. La Biblia enfatiza en que lo que decimos es una indicación precisa de lo que hay en nuestro corazón. Si escuchamos con atención las palabras de una persona, podemos también escuchar lo que hay en su corazón.
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Nos gustaría agradecer a Arnoldo Arana por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://vidaefectiva.com/