Ídolos Del CorazónMuestra

Devoción exclusiva y absoluta

Cuando la Palabra de Dios describe las secuelas de la caída de la humanidad por el pecado de Adán, dice que los seres humanos “cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de las aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles” y dice también que ellos “cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a los seres creados antes que al Creador, quien es bendito por siempre” (Romanos 1:23, 25). La Escritura no se equivoca.

Hemos visto que el ser humano, en su condición caída, tiende a hacer ídolos de todo, no sólo de imágenes u objetos religiosos, sino que también se postra ante los falsos dioses del poder, dinero, fama, posición, carrera, apariencia física o lo que sea. Un ídolo es cualquier cosa, material o inmaterial, que ponemos en el centro de nuestras vidas y que así usurpa el lugar que sólo le corresponde a Cristo.

La idolatría puede ser sumamente sutil y encubierta. Cosas buenas y legítimas, como la familia y el trabajo, pueden convertirse en ídolos si permitimos que se conviertan en preocupaciones tan extremas que justifiquen, en nuestro razonamiento, perjudicar a los demás para beneficio propio, o que requieran tanto tiempo y esfuerzo que terminen desplazando a Dios de nuestras vidas. Pero Dios demanda devoción exclusiva y absoluta. En el Antiguo Testamento leemos una y otra vez las advertencias del Señor respecto a la idolatría y vemos muchísimas instancias del juicio de Dios como justa retribución por la adoración de dioses falsos.

En el Nuevo Testamento ocurre el milagro más grandioso: Dios se hace ser humano en la persona de Jesucristo y la Escritura afirma que “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque por medio de él fueron creadas todas las cosas…” (Colosenses 1:15-22). Por lo tanto, es sólo a Él, el Creador y sustentador de todo, que debemos adorar y servir.

Pero la obra que Cristo hizo es todavía más maravillosa, ya que por su infinito amor, Él hizo lo que ningún dios falso podría haber hecho jamás: ofrecer su vida en rescate por nosotros. Cristo Jesús “no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo… Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!" (Filipenses 2:5-8). Es por eso que Jesús fue exaltado hasta lo sumo “para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor…" (Filipenses 2:9-11).

Quizás en estos días te hayas dado cuenta que, pese a conocer a Dios, necesitas volver a poner al Señor Jesucristo en el centro de tu vida. Puedes hacer tuya esta oración: “Señor Jesús, reconozco que he permitido que muchos ídolos ocupen el lugar que sólo a ti te corresponde. Perdóname, porque nadie me ama como tú. Te pido que limpies mi corazón, mi mente y mi alma de todo aquello que no te agrada. Hoy te entrego todo lo que soy y decido que tú serás lo único importante para mí. Quiero que tú seas mi fuente de seguridad, paz y alegría. Gracias Señor. Amén”.

José Yelincic / Misiones digitales YVT - Jazôn

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