Encontrando alegría en las habitaciones del corazón de una madreMuestra

La sala de partos

El día en que un bebé nace, simultáneamente se produce otro nacimiento, ya que en ese lugar de sangre, dolor y fortaleza también nace una madre. La mujer que entra al hospital embarazada es una mujer muy diferente de la que sale con un pequeño bebé en brazos. Una mujer que recibe un milagro del vientre de otra se convierte en una persona distinta en el momento en que su latido se convierte en el tuyo.

La sala de partos del corazón de una madre no se parece a ninguna otra sala debido a los milagros que tienen lugar en el proceso y en el recorrido. Hay un milagro que se está produciendo en ti, querida mamá, y está ocurriendo en la sala de partos de tu corazón.

El proceso de parto, ya sea experimentado físicamente o por adopción, expone todo lo que hay dentro de nosotros a quienes nos rodean. Por esta misma razón, hay que tener cuidado de a quién se invita a entrar en el lugar donde se da a luz la identidad y la vocación.

La sala de partos de tu corazón debe estar llena de aquellos que te quieren y te animan en tu camino. Siempre animo a las mujeres embarazadas a que dejen de escuchar las historias de horror de los demás y solo llenen sus corazones con los testimonios positivos de aquellos que ven el propósito a pesar del dolor. Mientras te empeñas en producir el destino de Dios en tu vida, escucha a aquellos que te animarán y te tomarán de la mano durante la transición.

La maternidad también da lugar al trabajo más tremendo que podrás realizar a este lado de la eternidad. El mayor trabajo que harás estará dentro de las paredes de tu propio hogar, será entre la gente común y corriente cuyos corazones te pertenecen.

Tú, como mujer común y corriente, has dado a luz la respuesta de Dios para la próxima generación. Tú, como participante en el plan de Dios, has recibido un hijo único, aunque tu cuerpo no se haya retorcido de dolor en el parto; tu corazón ha sufrido el dolor de esperar a que Dios te diera un hijo conforme a Su propia generosidad. Las manos del Gran Médico, incluso ahora, te están cuidando suavemente en tu dolor y en tu promesa. Él te ha encontrado en la sala de partos de tu corazón.